De vuelta al infierno.

31 8 0
                                    

"Katerine"

Estamos perdidos caminando por este vasto cielo que aparte de ser hermoso es demasiado aburrido, solo nubes, un sol resplandeciente y nada más, me cruzo de brazos y me siento en lo que sería el suelo, pero no lo es.

—¡Ya estoy cansada! —Le digo con cara de disgusto.

—No inventes ¿Cansada, pero de qué? Además, aquí no sentimos la necesidad de nada ¿Dime desde cuándo has sentido tener sed? —Responde.

«Pensándolo bien, no he tenido la necesidad de tomar agua»

—¡No lo sé! Y que si no la siento, me duelen los pies y eso sí es verdad, creo que hasta los tengo hinchados —le digo haciendo berrinche.

Me mira burlón y se sienta de frente a mí.

—Déjame verlos —Extiende su mano para alcanzarlos.

—¿El que? —Le digo apartándolos.

—A ver cabezota, tus pies, ¿no me dijiste tenerlos hinchados? —Niega con su cabeza en señal de no creerme lo que le estoy diciendo.

—Si, pero no hace falta tanto contacto físico, si te lo digo, me tienes que creer y punto—le gruño.

—¿Tan solo así? —Me dice con picardía.

—Si, nada más así, y déjame preguntarte algo ¿Por qué estamos aquí? No pudiste llevarme a un lugar menos aburrido ¿El cielo? Porque no me llevaste a un bar o una tienda, una disco, no sé algo más pintoresco, más movido —le chillo nuevamente.

—No lo sé, quizás quería tranquilidad, pero ahora yo te haré una a ti, ¿Acaso me consideras mago o con poderes cósmicos como para estar imaginándome un paraje y aparecer en él? Yo creo que la más loca de los dos eres tú —me dice.

—Entonces, ¿Por qué o como llegamos aquí? —Le grito.

—No lo sé Caperucita y lo más fastidioso de todo es que no sabemos por cuánto tiempo estaremos de este modo y donde nos encontraremos en otro momento —me dice con cara de preocupación y termina recostándose.

—Sabes, me siento muy cansado, creo que dormiré por un rato, hay que aprovechar que por lo menos hay está calma, te aconsejo hacer lo mismo, duérmete o quizás luego te arrepientas —me dice acostándose.

—¿Y si no tengo deseos? —le digo también recostándome.

—No es broma Caperuza, duérmete ya —me lo dice y me da la espalda.

—¿Puedo hacerte una última pregunta?

—Tú dirás —Se vira y me mira seriamente.

—¿Puedo abrazarte? No quiero despertar y encontrarme sola —Le digo.

Me mira con esos ojazos que me dan por momentos todo el calor que necesito y por otros me atemorizan, me sonríe acariciándome el rostro.

—Nada más por hoy pequeña, o terminarás enamorándote de mí —Me alza contra él y yo gustosa me hundo en su pecho, lo abrazo y cruzó mis piernas con las de él.

—No hacía falta llegar hasta el cielo, si contigo me siento en él —le digo levantando mi rostro y mirándolo fijamente.

Él me devuelve la mirada y se queda quieto por un breve momento, me toma el rostro y me da un tierno beso sobre mis labios, yo lo saboreo y me voy aún más lejos, le besó con más pasión, más ganas, deseos, haciendo danzar nuestras lenguas, dentro y fuera, haciendo agitar nuestra respiración por segundos.

—¡Espera! —le digo poniendo mi mano sobre su hermoso pecho tatuado y parando esta locura —¿Qué pasara después?

Me mira y me vuelve a besar tierna y sensual —No lo sé pequeña, no sé que pueda pasar dentro de un segundo, pero de algo si estoy seguro, no quiero perderlo esperando a que algo nos pase, quiero perderlo estando así, besándose y más si así también lo quieres tú.

Atrapada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora