Capítulo II

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Harry se despertó sobresaltado con el zumbido de una radio, que sonaba demasiado cerca de su cabeza. Se quedó tumbado un momento, con los ojos cerrados y deseando estar muerto. Le dolía la cabeza. Le dolía el cuerpo. Demonios, hasta su pelo parecía palpitar al ritmo de la alegre música pop que le asaltaba los tímpanos. Había algo familiar en la voz de la cantante que no podía identificar. Intentó pensar, pero le dolía demasiado, así que en su lugar alargó la mano e intentó golpear el inalámbrico hasta matarlo. Ni siquiera recordaba haber tenido un despertador que pusiera la radio. Merlín, ¿cuánto había bebido la noche anterior? Golpeó el reloj con más fuerza, cada golpe le producía una sacudida de dolor en el cerebro, y justo cuando su mano conectó -afortunadamente- con el botón de apagado, la canción se cortó con el estruendo de una música dance y un locutor canturreando: "Noventa y cinco punto ocho, Capital FM".

Harry abrió los ojos y vio... el lejano techo de su habitación y el más cercano reposapiés tallado al final de la cama. Lo invadió una inmensa sensación de alivio. Por un momento se preguntó si se había emborrachado tanto que no había encontrado el camino de vuelta a casa. Y por mucho que a veces no le gustase Grimmauld Place, era su casa.

Harry buscó a tientas su varita, pero la suave y cálida madera no le rodó por la mano como la mayoría de las mañanas. Supuso que se la había dejado en el bolsillo de la túnica, o algo así. Se incorporó lentamente, preocupado de que si se movía demasiado rápido se le pudiera caer la cabeza, y buscó a tientas sus gafas, se las puso sin cuidado y observó la habitación.

Accio varita —dijo, extendiendo la mano. La magia sin varita de Harry era poco fiable, lo que en cierto modo le reconfortaba. No quería ser el mejor mago de la época, o lo que sea que dijeran a menudo los periódicos. Nunca sería tan buen mago como Dumbledore... o incluso como Snape, quien había mantenido al Señor Tenebroso alejado de su mente durante años y había sido lo bastante poderoso como para volar sin escoba. No, Harry estaba más que contento de ser lo bastante bueno en magia. Lo bastante bueno como para ser auror y dirigir algún día el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica.

Ahora mismo, sin embargo, con la cabeza revuelta y la idea de levantarse un poco, decidió que no le importaría que su magia sin varita fuera un poquito mejor. Uf.

Accio agua. —intentó, sin esperanza, y para su leve sorpresa un vaso de agua surcó el aire, volcándose al agarrarlo y empapando el edredón y la parte delantera de la camisa del pijama

—¡Joder! —dijo Harry, apartando de sí la tela empapada y preguntándose al mismo tiempo cuándo, exactamente, había salido a comprar un pijama de rayas de hombre viejo. A veces aparecían cosas de la nada en esta casa, pero solían ser más bien de Sirius y, por mucho que Harry se esforzara, no podía imaginarse a Sirius con un pijama a rayas.

Harry se volvió y miró el despertador inalámbrico. Tampoco lo reconocía. A sus ojos parecía muggle, aunque hacía mucho tiempo que no vivía como tal. Era rectangular y plateado, y cuando lo miró más de cerca pudo leer la pequeña marca que llevaba: Sony Dream Machine. Harry, sintiendo que algo intranquilo se le revolvía en la boca del estómago, pulsó los botones hasta que encontró uno que lo encendió de nuevo. Una voz desconocida anunció: "Soy Chris Tarrant, en directo en Capital Breakfast. Permanezcan atentos a las últimas noticias y al tiempo, después de la pausa publicitaria. Pero antes de eso, aquí está Craig David, bajando dos posiciones en las listas esta semana para entrar en el número tres con la balada Fill me in".

Harry no quería que le informaran. Pulsó el botón de apagado y, una vez más, un dulce silencio llenó la habitación. Ahora que estaba más despierto, la habitación era diferente, ¿verdad? Los viejos pósters de Sirius de motos y mujeres aburridas en bikini ya no estaban, y había un grueso televisor en la cómoda del otro lado de la habitación. Harry se quitó el pijama mojado y salió de la cama, haciendo una pausa para estirarse con la esperanza de sentirse más vivo. Sin embargo, algo le estaba haciendo sentirse más vivo, y era la creciente conciencia de que había algo increíblemente extraño en aquella habitación, en aquella mañana.

Star Quality [ Drarry ]Where stories live. Discover now