Capítulo IV

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Harry se despertó con un horrible sobresalto al oír un fuerte golpe. Por un momento, sus entrañas se agitaron, como si estuviera en su escoba y acabara de caer en picado. ¿Qué demonios fue eso? Sonaba como si alguien intentara derribar la puerta, pero él apenas recordaba que nadie hubiera llamado antes a la puerta, y mucho menos que la hubieran aporreado así. Su dirección era un secreto a voces, y a menudo se encontraba con magos y brujas merodeando al pie de la escalinata, pero cualquiera que tuviera tantas ganas de entrar podía simplemente...

Las pelotas de Merlín. Harry se sentó en la cama y dijo con firmeza: "Accio varita". Su varita seguía sin ser invocada y Harry sintió que el pánico volvía a apoderarse de sus entrañas. Así que lo de ayer no fue un sueño. Se inclinó para coger las gafas de la mesilla de noche y se las puso, mirando la habitación con desagrado. Sentía la boca como si hubiera chupado una alfombra, espesa, peluda y asquerosa, pero al menos hoy no tenía resaca.

Los golpes habían cesado y Harry se preguntó brevemente si los había imaginado, antes de que volvieran a sonar con fuerza. Alguien realmente quería que abriera la puerta. Harry se pasó una mano por el pelo, miró el reloj de la mesilla de noche: faltaban diez minutos para las siete, una hora ridículamente temprana, y se levantó de la cama, se alisó el pijama y cogió la raída bata que había detrás de la puerta de su habitación, antes de bajar las escaleras de dos en dos. Sólo se le ocurrió que podría ser Malfoy -había llamado a uno de los secuaces de Malfoy y le había dejado su dirección anoche, ¿no? – cuando ya estaba abriendo la puerta y deseando que se lo tragara el suelo.

No era Malfoy. Era...

Harry parpadeó, completamente desconcertado.

—¿Parvati? —consiguió decir, mirando a la mujer de arriba abajo. Desde luego se parecía a Parvati Patil, a pesar del horrible polo muggle y la falda hasta las pantorrillas. Sintió una oleada de dulce alivio que hizo que casi se le doblaran las rodillas. Si Parvati estaba en su puerta, ¡debía de recordar que era una bruja! Y era una bruja fantástica, pensó Harry mientras la miraba. Valiente e ingeniosa y, de acuerdo, no era Hermione, pero ¿quién lo era? Aún podía ayudarle a arreglar este desastre y...

—¡Harry, por el amor de Dios! —dijo Parvati alegremente, poniendo los ojos en blanco y empujándolo hacia su casa— ¿Por qué te quedas boquiabierto como si nunca me hubieras visto? —se inclinó hacia atrás y lo olfateó pensativa— No hueles a alcohol —añadió, tendiéndole un vaso de poliestireno con café—. Y sin embargo, tenemos que estar en el trabajo para abrir en diez minutos y todavía estás en tu... —se interrumpió— realmente, realmente terrible pijama —concluyó, su voz risueña—. Dios, no me sorprende que estés siempre soltero. No te ofendas.

—Para nada —dijo Harry automáticamente, sintiéndose ofendido, pero siguiendo a Parvati mientras ella parecía guiarle hacia la casa de Harry y directamente hacia el comedor. Ella sabría dónde estaban las cosas, por supuesto, se dijo. Había sido miembro de la Orden. Sólo que...

—¡Bueno, pues adelante! ¿A qué esperas? —dijo Parvati, tomando asiento en la mesa del comedor y sorbiendo su propio café.

—¿Eh? —dijo Harry estúpidamente.

Parvati negó con la cabeza, y el movimiento hizo que su larga y espesa trenza se balanceara por encima de su hombro para colgar directamente de su espalda.

—¡Ve a ponerte el uniforme, idiota!

—Eh, ¿Parvati? —Harry se las arregló, dejando el café en su mano a un lado.

—¿Mm? —Parvati ya no parecía estar escuchando. Ella estaba mirando su teléfono móvil, sus dedos volando mientras escribía un texto. Harry sabía lo que era eso; a veces había visto a Dudley hacerlo. Dudley también había sido muy rápido. Había sido prácticamente la única vez que Harry lo había visto moverse con rapidez.

Star Quality [ Drarry ]Where stories live. Discover now