Capítulo XI

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Para gran alivio de Harry, los medios de comunicación de todo el mundo parecieron llegar a la conclusión de que ver a Draco en un tejado, blandiendo una "impresionante varita de juguete" mientras gritaba en latín al cielo nocturno, era adorablemente excéntrico y totalmente británico. Tenían menos que decir sobre Harry, su "compañero de fechorías", aunque también aparecía en todas las fotos. No cogía la mano de Draco, sino que se aferraba a ella, pensó Harry, y una visión de los dos se le venía a la cabeza cada vez que intentaba no pensar en ello. Y su expresión, mientras miraba a Draco...

—Está claro que los medios de comunicación piensan que eres un idiota inofensivo —dijo Pansy con demasiado placer—. Nadie podría creer que le gustaras a Draco —añadió sin ánimo de ayudar—. No cuando llevas ese sombrero, en todo caso. Me pregunto por qué Draco está adorable con él y tú estás... —se dio unos golpecitos en los labios, pensativa— Inenarrable. —concluyó.

—Te dije que el sombrero era un gran disfraz —le dijo Draco con suficiencia a Harry—. Oh, hombre de poca fe.

Era un poco presumido por parte de Draco fingir que lo había planeado, después de su pequeña actuación en la azotea, pero Harry estaba tan contento de que las cámaras no hubieran captado ni a él de rodillas, ni el abrazo desesperado y rompehuesos de Draco, que decidió dejarlo pasar. "Ja, ja", dijo, y soportó que Pansy le diera unas palmaditas antipáticas en la mejilla.

Además, Luna se había pasado todo el vuelo de Berlín a Turín garabateando frenéticamente en un bloc de papel y murmurando en voz baja, y para cuando Turín se había convertido en Barcelona, de alguna manera se las había arreglado para diseñar, organizar y confeccionar una docena de trajes nuevos. Draco estrenó el nuevo look en el Estadi Olímpic aquella noche: túnicas negras vaporosas tachonadas de cristales, un sombrero puntiagudo ridículamente alto y una varita con incrustaciones de diamantes que emitía un chorro de luz al pulsar un botón.

Blaise había volado especialmente para coreografiar una nueva rutina, y la visión de su apuesto e insufrible rostro hizo mella en la diversión de Harry al ver a Draco con cara de completo imbécil, pero aún así, la visión de Draco Malfoy, de entre toda la gente, disfrazándose de mago muggle era casi demasiado divertida para soportarla.

Además, Harry tenía que preocuparse de algo más que de si Blaise estaba demasiado cerca de Draco o no. Pansy, a pesar de sus constantes burlas hacia Harry, el "ayudante del mago", estaba furiosa con los dos, y a Harry empezaba a resultarle difícil coger a Draco por su cuenta. Cada vez que lo intentaba, allí estaba Pansy, espantando a Draco para que se fuera a otro compromiso, o insistiendo en que Harry dejara descansar a Draco. Sus habitaciones de hotel ya no estaban una al lado de la otra, y cada vez que Harry intentaba encontrar la de Draco, aparecía un guardaespaldas para llevar a Harry de vuelta a su propia habitación.

Era exasperante, pero al mismo tiempo, a Harry le resultaba difícil rebatir la afirmación de Pansy de que Draco necesitaba dormir. Harry ya se sentía agotado, y si él estaba cansado, ¿cómo debía sentirse Draco? Parecía no parar nunca. Cuando no estaban en un avión o en un taxi, Draco estaba ensayando, o haciendo pruebas de sonido, o actuando, o hablando, hablando: a sus fans, a los medios, a su equipo.

No es que Harry se sintiera desatendido, exactamente. Eso sería estúpido. Y tampoco creía que Draco estuviera contento con la situación; Harry se había dado cuenta de que era siempre educado y amable con todos los que le rodeaban, excepto con Pansy. Y se dio cuenta también -negándose a qué la idea le causara placer- de que Draco siempre estaba escudriñando la habitación, buscándole. Desviaba inmediatamente la mirada si se daba cuenta de que Harry le había visto hacerlo, pero eso casi lo empeoraba. A veces, Harry podía sentir que Draco lo miraba a través de la habitación, y eso le hacía cosas increíblemente jodidas por dentro.

Star Quality [ Drarry ]Where stories live. Discover now