Capítulo Tres

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Cassie, sonrió al escuchar a su hermano maldecir entre dientes mientras su padre y él colocaban su bonito sillón de estilo inglés en el living.

Josh, había arruinado su noche pero no el resto del día siguiente. Había llamado a Angie para que lo sacara de la cárcel y necesitaba de Cassie para pagar la fianza. Angie, era abogada y su maldito ex marido molestaba a su amiga cada vez que tenía un problema con la justicia. Aunque Cassie ya le había dicho que dejara de hacerlo. Él parecía no entenderlo. Enojada, ella se había negado a pagar, y Angie había estado de acuerdo. Pero luego pensó que si él no salía, su amiga pasaría días de juzgado en juzgado intentando sacarlo. No podía hacerle eso a ella. Entonces pagó, Josh salió y Cassie lo mandó al demonio.

Atrapó un bostezo con el dorso de  una mano. Luego de estar en la comisaria había vuelto a su departamento, pero no había podido dormir bien. Entre la mudanza, el cerdo de su ex, y el sexy bombero del bar la habían mantenido despierta.

Recordó al hombre, tan masculino.

¿Por qué no le había dejado su  número?

Quizás si volvía a ese bar con las chicas podría encontrárselo.

Se dirigió hacia fuera en donde el camión de mudanzas estaba estacionado. Por suerte ya habían entrado casi todas las cosas. Se acercó a su madre y esta le sonrió.

—Este lugar está hermoso, Cassie.

—Gracias, mamá.

—Hay que poner una piscina en ese enorme jardín —le aseguró Nathan acercándose a ellas. Abrazó a Cass sobre sus hombros y ella le entregó una radiante sonrisa.

—Eso mismo estuve pensando —dijo Cassie.

Nathan, tenía la mirada clavada en Angie que intentaba sacar una pequeña caja del baúl del auto de Cass.

—Iré a ayudarla —se alejó rápidamente de su hermana y de su madre para ir detrás de Angie.

—Él no quiere entender que no —dijo Sonia, su madre. Cassie la miró.

—Déjalo, él parece feliz cuando ella lo rechaza.

—No, porque quiero tener nietos. Tú estás sola. Él está solo. Así jamás podré ser abuela.

Cassie, puso los ojos en blanco y comenzó a caminar hacia la casa.

—Tiempo al tiempo, Sonia —le dijo.

Su madre rió y fue tras ella.

Tres días después, Cassie, ya se encontraba completamente instalada. Invitó a sus amigas a cenar la noche anterior, inaugurando así su nuevo hogar. Todo parecía marchar bien hasta que su celular sonó y Nathan le dijo que el departamento que ella estaba poniendo en venta estaba siendo usurpado por Josh.

¿Cuándo sería el día que ella lograría sacárselo completamente de encima?

Furiosa tomó su cartera y condujo a toda velocidad hasta el centro de la ciudad. Llamó a la policía  y esperó en la puerta del edificio hasta que una patrulla se hizo presente. Con su juego de llaves abrió y subió en compañía del oficial Gómez. Al llegar al piso, bajaron y Cassie intentó abrir pero alguien había cambiado las cerraduras. Enojada, comenzó a golpear la puerta.

—¡Sé que estás ahí, Josh! —le gritó totalmente furiosa. Quería arrancarle los ojos al hijo de puta —¡Sal a dar la cara! ¡No puedes estar aquí! ¡Este lugar es mío!

—Cálmese, señorita Williams —le pidió. Ella lo miró tratando de contener todo el odio que sentía dentro —Presente la denuncia por ocupación ilegal. Y nosotros volveremos más tarde para charlar con él.

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