Capítulo Trece

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La fiesta terminó cerca de las once de la noche. Algunos invitados comenzaron a irse, los familiares se prepararon para pasar la noche en la casa de huéspedes que había sido construida detrás de la casa principal. Susan, les había ofrecido a su hijo y Cassie una de las habitaciones de la casa principal, pero Cassie simplemente dijo que no.

Ciertamente, Cassie estaba rara. Solo quería llegar a su casa y estar sola. Salió del baño, ya cambiada con jeans y una blusa blanca.

Bajó las escaleras para encontrarse a Ethan hablando con su cuñado Jean, esposo de Sam, y a la pequeña Corine, dormida sobre el hombro de su padre. Ambos hombres la miraron.

—¿Seguro que no quieren quedarse? —inquirió Jean.

—No, no podemos —Ethan sonrió sin ganas —Cassie debe trabajar mañana.

Aquello era mentira y ambos lo sabían. Cassie, se acercó a saludar a Jean y acarició el rubio cabello de Corine. Ya se habían despedido de los demás, asi que solo quedaba partir.

—¿Vamos? —ella se giró a mirar a Ethan.

—Sí, vamos.

Tomando sus cosas, salieron a la oscura noche. El clima había cambiado bastante, refrescando. Oscuras nubes comenzaban a cubrir el cielo estrellado.

Albus apareció luego de que Ethan silbara. El enorme perro estaba agotado, y se acercó para subir a la camioneta con lentitud.

—Tenemos un viaje bastante largo para ti —le dijo acariciando al animal.

Cassie, esperó a que Ethan le dijera algo o la mirara incluso para ver como jugaba con su mascota.

Él estaba bastante callado. Solo subió y acomodó a Albus, y luego guardó sus bolsos.

—¿Por qué no subes en la parte trasera? Puedes acostarte y dormir un poco —le dijo él sin mirarla.

Ethan, iba a alejarse para rodear la camioneta, pero una mano lo detuvo del brazo. Giró la cabeza, para encontrarse con su expresión de claro desconcierto.

¿Estaba desconcertada? Bien, él estaba malditamente molesto.

Cassie, se había pasado toda la fiesta evitándolo, después de haber agarrado el ramo de la novia. Había evitado estar totalmente a solas con él, incluso bailar con él. Bailó con su padre, con su abuelo y con uno de sus primos, pero no con él.

¿Acaso había creído que él iría a pedirle matrimonio por ese maldito ramo?

Diablos, no era tan imbécil, y mucho menos un suicida emocional.

—¿Qué sucede? —le preguntó ella. Pero Cassie lo sabía bien, solo que prefería hacerse la tonta, y no patearse el trasero a sí misma.

—Nada, solo estoy cansado. Quiero llegar a casa y dormir —se soltó suavemente de su agarre y se inclinó sobre ella para depositar un frío beso sobre su frente.

Ese beso fue el beso más insulso que ella recibió en su vida. Abrió la boca para decirle algo pero decidió no hacerlo. Él tenía derecho a estar así. Ella no tenía derecho a protestar. Sin mirarlo se subió a donde él le había recomendado y se acomodó de costado sobre los asientos.

Ethan, se subió frente al volante, y prendió marcha. Puso un poco de música, baja para no molestar a Cassie, pero lo suficiente alta para no hacerlo hablar. Estaba cabreado.

Sí, por primera vez en su vida sentía ganas de tener una discusión a gritos. Pero él no hacía eso, él no mostraba temperamento frente a una mujer. Cuando llegara a su casa colgaría la bolsa de boxeo en su garaje, y eliminaría un poco de rabia de su sistema.

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