Corpus et Sanguis

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Siglos después, contempló nuestro Padre su obra en total extensión, desde su primogénita, su forma, sus visiones, la forma del mundo y la marcha puntual del tiempo, y con regocijo bendijo al universo con su visto bueno. Exclamó Dios triunfante que, hecha la vida, entonces que esta prolifere, que el concepto sea un ser, como lo eran La Luz y él mismo.

De los brotes que se nutrían con sus dones nacieron los frutos de la evolución, la proliferación y las virtudes.

Encarnaban la esencia de la vida misma, el cambio, el tiempo, a los elementos, la diversidad. Los bautizó Digimental, nacidos de su corteza, éter y vida, encarnaciones de los elementos, forjados para honrar los dones celestiales.

El Coraje para sobrevivir a través de adversidades, incertidumbres, malestares y desgracias. Coraje para dar paso tras paso hacia la victoria sobre el temor y la impotencia.

Unidad la que nos ha dado Dios para aceptarnos, congregarnos alrededor de su palabra y de su obra para conocernos, apreciarnos y protegernos los unos a los otros.

Afecto, la virtud cálida que será compartida como agua fresca y los frutos jugosos del Edén entre hermanos que somos, hijos del mismo Dios. Es el amor de mil nombres, pero siempre un mismo amor.

La misma Sabiduría que recopila y aprecia el orden y los componentes del universo en su vasta existencia y que además nos guía a la iluminación y a la grandeza de mente y el alma cuando hablamos el mismo idioma del Padre cuando interpreta el mensaje del mundo.

En un paraíso expuesto a la destructividad consciente y a la hostilidad primitiva, debe primar la Paz, en los corazones de los vivos y entre los espíritus que tejen la vida y el destino.

Que sea la Verdad el rostro de todos los hijos de Dios, que brote como estrellas de sus ojos y alabanzas labios, que hablemos y exterioricemos lo verdaderamente dignos que hemos llegado a ser y que hablemos con paciencia y aceptación sobre nuestros defectos ante Él.

Fe en el Padre, pues grande es su sapiencia y justa su obra, divino es su plan y excelsos son sus tiempos. Creer en su inmaculada elaboración de los cielos, las tierras y los océanos será como el aire que respiramos y el aliento que deberá impedir que la esperanza perezca.

La incandescente, abrigadora y santa Luz que purifica los males y las sombras de la noche, despeja las ilusiones y destierra las pesadillas, consiente a los corazones y alivia las heridas en la carne, el alma y la mente.

Como hijos directos del Fresno, su superficie era tersa e impenetrable, sus formas únicas, pero de base simple y sobria, ovoides de los que brotaban púas, plumas, cascos, cuernos o garras, decorados con colores hasta después de haberse acostumbrado a tener una forma. Contempló nuevamente Dios su propia obra y era buena.

La verdad se reflejó en el rostro deslumbrante de la Luz cuando contempló con afecto a sus hermanos, frutos de Dios. Comprendió cómo la existencia estaba empezando a tomar forma tanto en concepto como por obra. El cosmos se hacía más elaborado, más allá de la visión de la Luz y estaba inundado de paz. Había un nuevo eje sobre el que giraban las horas del día, los astros y los satélites.

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