El Jogress, o bautismo bajo el mismo nombre y credo, consigo trajo caos en los servidores en los cuatro territorios cardinales del Digimundo, por lo que Dios llegó a necesitar un único y magno símbolo que protegiera el mérito divino. Tiró de los hilos del cosmos para prensarlos alrededor y dentro de una máquina perfecta, compuesta por el mismo bautismo Jogress.
En las tierras que conquistó con toda vida, encontró eslabones perfectos para moldear cual barro su siguiente obra maestra, el Arca de la Alianza entre los cielos y la tierra, la que incorporara la mundana y viva carne con el glorioso candor de la providencia.
Tomó Dios al ángel de Patamon desde los cielos y a un Armadimon maduro que cambió el topacio por oro macizo. Su toque creativo llenó al nuevo ser de gran amor y deber con el mundo entero.
Shakkoumon fue el nombre del ídolo, aquel a quien las naciones del mundo adoraban como representante sagrado y que oraba por el Digimundo entero. Ángeles y mortales tuvieron contacto, y el pecado fue otra vez en el mundo, pero Dios fue más perspicaz y dio un lugar que podría ocupar Shakkoumon. Lo libró del ocio, de la soberbia y de la voracidad.
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Los otros cuatro acreedores de los Digimental se sintieron aislados al ver el favor de Dios en los rasgos artesanales del ídolo. Wormmon y V-mon extendieron un trato a las alturas para que, a cambio de una combinación perfecta, el Fresno hiciera de ellos el soldado más leal y obediente. Asimismo, Hawkmon y Gatomon juraron solemnemente vigilar la obra del Padre desde las alturas, además de velar por los justos y los inocentes por los siglos de los siglos.
Se apiadó Dios de todos, descubrió que sus celos provenían de su inocencia y de un malestar sin impureza y a su solicitud dio el visto bueno. Gatomon estaba mejor adaptado en el mundo, por lo que el Señor alumbró con sus ceros y unos de santidad a los otros tres inocentes.
Del mismo abrazo, nacieron PailDramon de los V-mon Wormmon madurados, y Silphymon, la forma que asumieron un Hawkmon, que oscurecería la tierra desde los cielos con su envergadura, y del venerado Gatomon.
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Finalmente, Padre y Espíritu Santo optaron por aislar los ríos fusionistas del barro pecador. De entre tantos que se zambullían con sus semejantes, tras tantos llamados a unir las almas y los cuerpos, solamente tres se integraron perfectamente, eran las formas amalgamadas de los que ya habían sido elegidos por el bendecido regalo del favor de los Digimental. Todos los demás intentos fueron menos refinados y la diferencia entre sí y las formas maduras que había libres en el Digimundo eran pocas.
Si una flor y una bestia eran una sola carne, formarían un ave. Infortunadamente, la misma bestia y la misma flor podrían ser aves con el tiempo y los esfuerzos necesarios – Pensaba el Espíritu de Dios.
Tomaron de las canales a los ríos, los integraron a la atmósfera y al macrocosmos en forma de auroras invisibles, cortinas metafísicas protegidas por la presencia de Shakkoumon en el gran mural de los seres y la base de datos del universo. Habían pasado centenas nuevamente, y nadie, ni siquiera Dios ni el Espíritu tenían ninguna pista ni señal de La Luz.
