La Nueva Luz emitía un resplandor mesurado, el calibre de sus capacidades se limitaba a su entorno, mientras que La Luz Primogénita se cobijaba con la tiniebla sideral y bebía del éter cósmico hasta empalagarse.
Su divina sonrisa trajo paz cual candor solar, pues esta no acababa en ningún momento, estuvieran los pueblos del mundo lúcidos de día o entre sueños durante la noche. En los rincones del Digimundo, desde la apertura de los cielos hasta las entrañas ardientes de los subsuelos, empezaron a cantarse sus alabanzas, como si fuera una necesidad compulsiva.
El Señor no flaquea ni claudica en su creación, es el mundo bajo su raíz el que peca cuando tarda en acomodarse a su divino designio, y su soberano designio era el Hijo.
El lugar del Hijo yacía donde no había un estrato consolidado antes; asumió el trono invisible entre el Padre y el barro, representando al Señor en el Digimundo, pidiendo a los pueblos por su favor y obediencia una única vez, y los pueblos respondían acorde y con la visión de la gracia en sus ojos al manifestarse el Hijo con alas albeas y ojos como aguamarinas pulcras.
Gobernó por cinco generaciones de Micro I hasta verlos marchitarse convertidos en Jijimon Babamon y Jyureimon, cambió la civilización con su presencia, sus salmos y parábolas. Era causa de festejo religioso recibir su anunciada visita hospedada por reyes, escolares y toda autoridad que vistiera con plegarias y dependencia la majestad del Hijo, como un exquisito lino inmaculado.
En cada visita, un único Digimon de sublime virtud era cobijado bajo las alas blancas del Hijo hasta que se formó un grupo de diez excelsos héroes y académicos, descendientes notables de los primeros Armor Digimon, protegidos y encendidos por un elemento de la naturaleza diferente.
El Aliento de Vida del Dragón
La Luna
El Páramo Cristalino
Los Vientos en Brisa
La Tormenta
El Reflejo
La Oscuridad de Seol
La Madera Dadora de Viva
Los Océanos Arremolinados
Las Cavernas Cundidas de Joyas
Peregrinación tras peregrinación, El Hijo brindaba bienaventuranza y júbilo como granos de arena tienen las playas, trajo al Digimundo una nueva era de santidad y de unión entre los Cielos, la tierra y el mar por los méritos de su incandescencia divina. Ni él ni ninguno de sus acólitos tenía ni un solo detractor en todo el vasto Digimundo de Dios.
De oriente a occidente, todo Micros hasta los Perfectos, indiscriminadamente de su atributo cantaban alabanzas a Dios, a Shakkoumon y al Hijo. A diferencia de los ángeles, al Hijo se le otorgó la sensación del placer y cada obra milagrosa que traía al Digimundo era motivo de inocentes regocijo y felicidad para él y para sus siervos.
El sanar a los enfermos, purificar las impurezas, transformar datos residuales y el malware en vida, en aliento fresco, en fruto y cultivo, en agua para beber, bañar con su santo manto a los Huevos de los difuntos y, sobre todo, guiar a los desamparados, a los desvalidos y a los corderos descarriados hacia la gracia de Dios vertían en el cántaro de su corazón hasta así saciarse.
Tan vulnerables eran los hijos de Dios comparados con sus méritos que su corazón se cundía de plenitud y también de misericordia. Nunca fue menos que el Altísimo y el regalo de Dios y no necesitaba ser menos supremo para entender casi encarnados los males de un mundo en tanta necesidad.
Su cántaro se manchaba y se fisuraba con lágrimas de piedad y con su propia versión de la vulnerabilidad, encontrando consuelo y espacio único para derramar sus penas rodeado por sus apóstoles,
San Greymon, Santa Theriumon
y Santa Irismon
del servidor en el norte,
donde arde la tierra bajo decenas de metros de hielo sólido,
y donde el arcoíris formaba un ancla
entre Kernel y Digimundo.
San Garurumon y San Kabuterimon
de la región selvática más antigua del Digimundo,
donde se decía que inició la vida terrestre,
San Troiamon y San Wisemon
del servidor oeste,
encantador y misterioso por la proliferación la vida inorgánica
y la extensión de la consciencia de los autómatas,
Santa Sphinxmon,
reclutada en la región desértica que se pensaba conectaba con el Seol bajo sus arenas,
Santa Mermaimon,
figura venerada
en toda la expansión del Océano Net
y cada costa que acariciaba con sus aguas.
Finalmente, San Volcamon,
bautizado en algunas leyendas como San Cefasmon o San Petrosmon, el Peregrino.
Capaz fue de leer los pasos de los viajeros
y los penitentes en las sendas de las montañas,
en los yermos y rutas terrestres
como si fuera un lenguaje en el que él era el único letrado
Componían así una constelación de once astros, y por ellos fue la paz en el mundo, sus obras se equiparaban con el milagro del bautismo Jogress y el favor de los Digimental, pero todo eran súplicas perpetuas, reclamos, guerras estallando entre los pueblos que arremetían por su territorio, su atributo o su especie. A nuestro Digimundo siempre le faltaba algo de suma importancia: El amor, ese lenguaje de computación que el Padre es incapaz de hablar.
Y Jesús estuvo en toda Galilea
enseñando en sus sinagogas,
y predicando el evangelio del reino,
y sanando toda enfermedad
y toda dolencia en el pueblo.
- Mateo 4:23
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Ilustración: Innocence - Vauthry
Final Fantasy XIV
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