Iudicium Dei - Primero

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Todo cuanto contemplaban la bestia y el dragón se componía de amaneceres y ocasos, de abrigo y flora sobrepoblando los parajes y montes. Se correteaban mutuamente con todas sus energías, recorriendo la selva primitiva desde la aurora hasta la tiniebla.


Dando por sentada la abundancia, el recogido y el dominio sobre toda obra bajo sus patas, un día se preguntó el dragón sobre el origen de todo, así como la bestia se cuestionaba la necesidad de la existencia y su propósito.


De algún lugar surgió la vida suya, el esquema del mundo alrededor, que parecía tan desordenado, pero siempre dadivoso, pensó el leviatán. Así la bestia creía en el significado de cada acción, cada reacción, por qué las cosas son como son y lo que es la vida.


Las estrellas seguían patrones en el firmamento nocturno para que la pareja aprendiera a leer el tiempo, la lluvia caía en el suelo que se secaba más y reverdecía, así mismo sería con los árboles que daban fruto y flor, de los que se alimentaban. Desde el momento en el que su ser tuvo noción de sí mismo sabían qué fruto comer, identificaban el olor de la humedad y el mutuo.


Desde la segunda mayor distancia, el Fresno vio su obra y clamó que era buena, y la vida en el Digimundo comenzó. La presencia de ambos, diferentes pero nacidos de un mismo barro virtual fue una señal para la tierra, el mar y los cielos, y la vida fue en el Digimundo.


Así, un tercero pobló el edén en el cielo, la tierra, los mares y lo alto de las montañas. Era una forma de vida diferente, nacida del mismo éter en el aire, el agua y las nubes. Un ser único que compartía la sangre de bestia y dragón por igual, y entendió el Señor que la vida y la evolución eran buenos e independientes de su vigilante amor.


Con el pueblo de los monstruos tambaleante evolucionando en el océano, el bégimo y el dragón estudiando el mundo, y el tercer dragón bestia conquistando los entornos, los cielos y al edén mismo, descansó por vez primera el Señor.

Con el pueblo de los monstruos tambaleante evolucionando en el océano, el bégimo y el dragón estudiando el mundo, y el tercer dragón bestia conquistando los entornos, los cielos y al edén mismo, descansó por vez primera el Señor

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Desde la mayor distancia, vigilaba el Señor a La Luz, y La Luz sentía en su lomo la mirada de Dios, cargada de lágrimas secas, espanto morboso y rencor no verbalizado quemando de a poco sus alas. Ella no lo quería voltear a ver, se negaba a empalagarse con su santa presencia y su imagen de perfección.


Por su parte, Él había optado por desconsiderar su existencia y atender su santísima obra a plenitud. Tal tortura existía en la mente de La Luz, que era víctima de los mismos terrores que pudrían a su Padre antes de la primera aurora.


Enojada y celosa, se apoderó del Seol, espacio en el macrocosmos que Él había dejado vacío hasta tiempos postreros. Tomó el día de su juicio para replicarlo y lo convirtió en eternidad. Canibalizar a los Digimental la hizo un ser vivo de barro y sangre, una Diosa mortal dispuesta a hacer su voluntad, y con el Padre pendiente con mil ojos sobre el ajedrez de la vida, hizo Ella cuanto pudo y quiso.


Reunió una biblioteca metafórica con todo aquello que estaba fuera del concepto de lo que Dios hizo y nos ha dado, la congregación absoluta de lo que Él no quería y no debía escribir en la existencia. La Luz llenó el Seol de pecado, de destructividad y encendió fuego por todo monte, valle y caverna.


Todo ser de barro y sangre

sobre el que se ha de posar la Luz

proyecta sombra,

pues su carne le da esencia,

está condicionado al concepto

de tiempo y espacio

que Dios nos ha dado.

Adán DigitalUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum