Qui in Digimundus Hereditabit

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No existe salvación en el Dios,

que se aísla en el Kernel,

existe la salvación del Hijo en el Digimundo.

Para todos habrá cobijo,

alimento,

seguridad y abrigo en el alma.

Invitados sean todos los pueblos del mundo

a rendir oración y gratitud por los siglos de los siglos

al Divino Niño que se hizo carne

y habita entre vosotros.


Inquietos y estupefactos, se sintieron indigestos todos los santos alrededor. El ídolo y pastor por el que vivían y morirían volteó la mirada a los cielos y se alejó del Señor más que nadie en el Digimundo. Empezaron uno a uno a retroceder del rededor de la divinidad, como lo dictaba su naturaleza primitiva. Como un espécimen inestable, veían al Hijo como a alguien potencialmente dañino para su manada amalgamada.


¿Cómo informarle al mundo sobre semejante noticia? El Hijo de Dios, Salvador de todas las naciones, revelándose tan campante contra el milagro de la fe. Su labor hizo frágil a su pobre corazón hasta romperlo y fue así un campo fértil para el pecado de la individualidad, de la necesidad de felicidad y de la plenitud. El Hijo de Dios, la Obra Maestra y el Divino Presente también fue propenso a flaquear y también cometió pecado.


Una tormenta sombría arrasaría con los cimientos del Digimundo civilizado, nubarrones de terror reprogramaría a todo Digimon viviente para que se revelara contra Dios y los ángeles, más gran parte de los ángeles tomó una decisión cuando cometieron herejía cuando osaron habitar la misma carne y correr los mismos senderos del perpetuo pecado hacia el renacer eterno. Cierto era que el Hijo era el único ápice de paz en el mundo, el único eslabón entre el Padre y todos los hijos suyos, de La Luz y del Digimundo.


Ningún Digimon daba por sentado el que el Señor le daría al mundo otro salvador, ninguno esperaba nada de Dios, sus plegarias se extendían hacia el Cielo desinteresadamente y sus súplicas eran una apuesta, más no una prueba de su fe.


De pie y en estado de alerta se vieron los apóstoles alrededor con los blasones elementales que estructuraban sus Core tiritando y a punto de detonar, con el arado del amor fraternal haciendo contrapeso.


Y dijo San Wisemon, el Vocero:


Señor,

nuestro pastor y salvador de las naciones,

intérprete único del Espíritu de Dios,

te presentamos nuestros corazones en mano,

así como el día en el que congregaste nuestra iglesia.

Aliviaste sus heridas,

calmaste su sed,

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