Capítulo 22: Ups.

16 1 0
                                    

Elina

No he vuelto a ver a Connor desde hace un par de semanas. Podría llamarle pero tampoco quiero molestarle. No somos nada así que no me debe ninguna explicación y él probablemente podrá haber llegado a la misma conclusión que yo: que ya no quiero nada con él como yo creo que se ha cansado de mí. Igual fui demasiado intensa. O puede que simplemente fui un par de besos y un poco de disfrute mutuo, ni siquiera puedo decir que fuimos un polvo porque no fue así.

Cooper tira de la correa con tanta fuerza que tropiezo con mis pies. El perro corrotea por la verde colina que corona el parque, persiguiendo ardillas, palomas y cualquier animal que huya de él.

Volver a entrar a su casa, con sus llaves como si fuéramos algo fue...Un poco deprimente. Porque el día que pidió el desayuno por mí estuve mirando ansiosa el móvil en busca de alguna señal y cuando llegó la noche traté de convencerme de que igual no quería atosigarme. Pero tras varios días sin una notificación...Estoy un poco mosqueada.

No hago más que volar hacia el móvil cuando entra una notificación que casi siempre es Rachael—que parece ser que Dereck se presentó el día de su cumpleaños y ahora hablan cada día, en fin, no voy a dar mi opinión la respecto pero nunca voy a entender el funcionamiento del cerebro de Rach— o de mis padres volviendo a maldecir la marca de preservativos que compraron el día de mi concepción. No fui al cumpleaños de su hija predilecta pero la verdad que estoy cansada de fingir. Si no me quieren por como soy, pues yo tampoco les quiero en mi vida. Simple, doloroso, tal vez, pero realista. A largo plazo me hará más bien que mal. Si quieren verme que vengan a la ciudad pero no pienso correr en cuanto pase algo en la vida de Daphne.

Tras un paseo por Central Park, en el que hemos podido hacer un picnic por el sol que nos ha regalado su presencia, volvemos al bloque de apartamentos de Connor.

Introduzco la llave en la puerta y empujo la puerta con una pesadez que no es habitual. Cooper comienza a meterse por mis piernas y la correa se me enrolla a los tobillos.

Me cuesta un siglo abrir la puerta pero cuando lo hago me doy cuenta que la entrada está cubierta por maletas. No había maletas cuando he salido a dar una vuelta con el perro que entra ladrando y dando saltos. Connor nunca habría dejado sus cosas así de desorganizadas...Igual son de su novia, mierda, si es que ya sabía yo que tenía que tener alguna tara. Ahora parece ser que me he vuelto como Rachael: la tercera persona de la relación. Al menos espero que esta no esté tan loca como Katherine Hamilton.

Estoy dudando entre si marcharme o terminar de recoger la ropa limpia. No me apetece encontrarme a Connor tirándose a una guapa morena de piernas largas.

<<Hostia. Qué dolor de pecho de repente.>>

No entiendo por qué me entran ganas de llorar ante esa perspectiva. Mejor me voy, no quiero en fin, arruinar lo que sea que pueda arruinar porque mi madre siempre dice que no valgo más que para destrozar todo. Y puede que tenga razón.

Cooper vuelve a la entrada donde todavía estoy pasmada y vuelvo a la realidad.

—Me voy.

Me agacho y acaricio entre las orejas del animal que mueve la cola y saca la lengua.

Cuando me incorporo me tengo que sujetar a la encimera para no caerme del susto. Una mujer de unos cincuenta años está enfrente de mí, lleva un cigarrillo encendido entre los dedos. En fin, no sabía que a Connor les gustaran mayorcitas, pero tampoco soy nadie para juzgarle.

La mujer me sonríe, de una manera tan cálida y familiar...Lleva un kimono de flores turquesa que conjunta con una camisa fina blanca. Es espectacular, desprende elegancia, sensualidad y belleza.

Mi intención no fue amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora