Capítulo 11: ¿Por qué te sigo perdonando?

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Rachael

Abro los párpados con pesadez. El techo de la habitación se torna nítido tras unos instantes de silencio y completa oscuridad.

—Está despierta— susurra el que supongo que es mi hermano—. Buenos días Rachael.

Me siento débil, cansada e inmovilizada en el sitio. Abro la boca para hablar pero solo emito una especie de gruñido.

—¿Estás mejor?— pregunta Samay, a lo que no respondo ya que mis ojos solo pueden observar las desgastadas bigas que conforman el techo del pequeño cuarto—. Déjemosla descansar un poco más.

—No— le interrumpe Frederick—. Desde que llegó anoche de no sé donde se ha mantenido encerrada en su habitación y no ha hecho nada más que dormir las últimas trece horas. Quiero saber qué le ocurre.

Suspiro al recordar el motivo de mi angustia interna: El hombre al que creía amar es un monstruo, alguien sin sentimientos. Un desconocido del que desarrollé sentimientos encontrados.

—Estoy bien—logro susurrar—. Solo cansada. Nada más. Y me duele la tripa.

Me incorporo con pesadez pero el cansancio es más fuerte que yo y mi propio cuerpo me obliga a volver a tumbarme.

—Ten. Te he traído tus pastillas— Kristoffer se agacha siendo el suyo el primer rostro que veo en aquella nubosa mañana.

Asiento y las acerca a mi boca junto a un baso lleno de agua.

—¿Ahora nos vas a contar lo que te ocurre?

—No la agobies Frederick.

—Ya os lo he dicho. Solo estoy agotada por todo el trabajo que llevo acumulado.

—Ya claro. A mí no me engañas. Siempre que dices eso a la mañana siguiente te levantas como si alguien te hubiese quitado la vida.

<<Es verdad>> digo hacia mis adentros.

—¡Papá! Vámonos abajo y dejémosla descansar.

Frederick gruñe pero hace caso a la orden de mi hermano.

Lo último que escucho antes de volver a quedarme dormida es la puerta de la habitación cerrarse y unos suaves pasos alejarse hacia la planta baja.

No he podido sacar de mi mente el hecho de que Dereck me esté buscando. Manejo la posibilidad de que tal vez esté arrepentido por su decisión y quiera empezar de nuevo conmigo, los dos solos sin más decisiones que tomar.

No creo ser capaz de perdonar todo el daño que me ha causado su decisión, escogiendo el dinero o quizás amor antes que a mí . No puedo perdonarlo sin sentir que me estoy fallando a mí misma y es que me ha hecho sentir como una basura en el instante en el que me dejó plantada como si no significase nada más que una elección para él.

El corazón late desbocado dentro de mi pecho ante la idea de volver a rozar sus labios y volver a tocar sus perfectos abdominales y su piel sin un rastro de imperfección.

Pero las cosas que cuentan sobre él y su familia son demasiado para mí.

Giro durante minutos u horas en el diminuto colchón de la cama hasta que el aburrimiento y preocupaciones internas me supera.

Agarro el teléfono de la mesilla de noche y me obligo a ahondar en Internet. No presto atención a nada de lo que encuentro hasta que un titular me llama la atención:

El joven modelo y multimillonario Dereck Miller se lo pasa así de bien en su Luna de Miel con un grupo de chicas francesas.

La noticia me devuelve de lleno a la realidad y no dudo en pinchar la imagen para saber más detalles sobre esta sorpresa. La pantalla me lleva frente a una fotografía en el que cuatro chicas y dos hombres—entre ellos Dereck—se encuentran tendidos en una cama, besándose y fumando. El corazón comienza a latirme frenético, los ojos se me quedan clavados como clavos en su rostro, recordándole entonces como algo más que algo doloroso.

Mi intención no fue amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora