7 - No tiene ni idea

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Oscuridad, todo oscuridad

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Oscuridad, todo oscuridad. Y calma, tanta que hasta me asusta; usualmente mi mente no está tan tranquila. O, más bien, mi mente nunca está tan tranquila.

Luego se enciende gracias a una sacudida; siento un agarre realmente fuerte en mi brazo, y luego todo mi cuerpo se mueve de un lado a otro. Empiezo a sentir que estoy sobre un colchón, y la tranquilidad previa de repente tiene todo el sentido del mundo; simplemente estaba dormido.

Oh, mierda, ¿ya es hora de levantarme?

—¡Hijo de puta, despierta, se nos hace tarde! —Escucho un grito por parte de Andy, y entonces empiezo a reconocer a quién le pertenecen esas manos suaves y sudorosas (¿o estaban solamente húmedas...? No; definitivamente estaban sudadas).

Abro los ojos.

—¡Ya, ya voy! —Me quejo, incorporándome sentado sobre la cama y luego viendo la hora en el reloj digital de la mesita que tengo al lado. Mi corazón se detiene cuando noto que, a pesar de la poca luz que hay a esta hora del día, en efecto ya es tarde. Son las seis y media de la mañana; falta solo media hora para que tenga que estar en la van.

Y apenas me levanté.

—Ya voy —repito, casi sin aliento, antes de acercarme a la maleta y sacar las primeras prendas que veo, sin importarme cuáles son o si combinan. Me preocuparé por eso más tarde, o quizá incluso hasta mañana.

Y me meto al baño; dejo toda la ropa —tanto la sucia que me quito como la limpia que tomé— en el suelo y recojo la toalla que está al lado del lavamanos para dejarla más cerca de la ducha.

Entonces abro el agua y dejo que me caiga en la cabeza, sintiendo las gotas golpeando como si fueran pesadas. Mi cuerpo se relaja, y yo intento convencer a mi mente de que no siga el mismo camino.

Veinte minutos más tarde, me encuentro bañado, vestido y peinado, y mi ropa sucia ya está de vuelta en mi maleta, apartada del resto de las prendas

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Veinte minutos más tarde, me encuentro bañado, vestido y peinado, y mi ropa sucia ya está de vuelta en mi maleta, apartada del resto de las prendas. Estoy enredando algunos cables para volverlos a meter en mi equipaje cuando se escuchan unos golpes suaves contra la puerta, como si la persona que la toca estuviera intentando ser amable con la madera, y aún más que eso, lo estuviera logrando.

Un beso y nuestra canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora