Sexto interludio

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El día en el que todo empezó a terminarse, sonaban canciones románticas en mis audífonos, a un volumen fuerte pero agradable; canciones románticas que yo no había puesto

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El día en el que todo empezó a terminarse, sonaban canciones románticas en mis audífonos, a un volumen fuerte pero agradable; canciones románticas que yo no había puesto. Lo recuerdo bien. Parecía que el universo quería decirme algo; me lo quería advertir. Pero en vez de pensar en lo que iba a ser, estaba enterrada en el sentimiento agridulce que Mason me causaba en el momento: Un amor que me dotaba con ganas de vivir, pero también me entristecía todo el tiempo porque Mason... Mason no parecía querer tener una pareja. Y si llegaba a quererla, seguro no sería yo.

Y a pesar de que dolía un poco, para mí era más notoria la alegría; solo por eso no cambiaba la canción; dejaba que me siguieran hablando sin entender qué querían decirme; sin siquiera pensar en que toda mi vida en ese momento era un mensaje.

Las ruedas del autobús dejaron de girar de súbito; la gente empezó a levantarse; recorrí la cortina para ver el patio de la escuela a través del cristal, y suspiré; me quité los audífonos y rápidamente los coloqué en mi mochila, la cual me colgué en el hombro para salir con premura del transporte.

Caminé por los pasillos acompañada solamente por mi propio silencio, para luego empezar a murmurar una de las canciones de amor que recién había escuchado, y que sabía que a Mason le gustaba; era justo una de la banda que nos hizo empezar a hablar; una de las que siempre cantábamos juntos durante clases y fuera de éstas, compartiendo audífonos mientras yo me apoyaba en su hombro en la búsqueda de aquello que solo obtenía con él: Tranquilidad.

Abrí la puerta del aula, decidida a hablar con Luke, porque usualmente era lo único que podía hacer por las mañanas, llegando tan temprano. En el grupo solamente hablaba con Luke, Mason y Arthur, y en la mayor parte de los días, el único presente antes de las siete de la mañana era Luke. Y cuando empecé a acercarme a la esquina en la que nos sentábamos, lo ví, jugando en la Nintendo que le había "tomado prestada" a Arthur el día anterior. Me miró y saludó; hice lo mismo...

Y luego ví a Mason; y claramente me sorprendí.

Y claramente empecé a sonreír, porque era lo único que sabía hacer estando cerca de él; dejaba de saber cómo pensar, pero de repente sabía cómo esbozar una sonrisa perfecta.

Dejé la mochila en el suelo, justo a un lado de la mesa en la que estaba él, y luego me senté, apoyando la cabeza en su hombro por instinto; me quedé así solo por unos cuantos segundos, sin querer incomodarlo; luego me levanté y lo miré directo a la cara, intentando verme extrañada, pero sin poder dejar de sonreír.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —pregunté, al mismo tiempo señalando algo, acercándome a su rostro sin querer, solo dándome cuenta cuando nuestros alientos ya se estaban mezclando entre ellos. Después de un latido rápido de corazón, me alejé y esperé su respuesta, también en espera de poder mantenerme en calma.

Una calma que se perdió apenas empezó a hablar:

—Bueno, Mercy, es que yo... Yo debo decirte algo —Empezó de la misma forma en la cual lo acaba de hacer, para decir exactamente lo mismo, para intentar repetir una historia a la que yo creí que ya le habíamos dado un final; la historia que nos hizo aprender que no podemos escribir juntos, al menos no cuando no es ficción, cuando se relaciona tanto a nuestras vidas reales y a lo que puede ser de ellas.

Un beso y nuestra canciónWhere stories live. Discover now