Capítulo 8: Sorprendente

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Clara dormía a un costado en la cama, cubierta por la sábana blanca hasta la cintura. Él llevaba mirándola horas: cómo su columna vertebral se marcaba sobre su piel, la tranquilidad con la que descansaba, cómo abrazaba la almohada y las muecas que realiza. Se sentía hipnótico, era hipnótica. Él permanecía acostado con un brazo tras su cabeza. Intentó dormir durante algunos minutos hasta que descubrió que se le haría imposible. No por Clara, sino que todo lo sucedido le había resultado sorprendente.

Sorprendente en buen sentido. Imaginó una buena noche, lo imaginó debido a como su cuerpo y el de ella respondieron a los distintos roces inocentes que habían tenido. Era más que solo calentura, era piel. Era química, física, no podía describirlo con exactitud, era una cuestión sexual, de código, de entendimiento, de placer. La forma en que le siguió el juego que propuso, lo que todo su tacto le hizo sentir, la piel erizada, la mente ahí, sus cuerpos fundiéndose en el otro. Enzo trataba de analizarlo sin encontrar mucha respuesta. No le había pasado nunca con nadie. Era sorprendente, extraño pero sorprendente.

Lo que también era extraño era lo consciente que se sentía de todo. Cada célula de su piel recordaba el placer, había conectado con la situación completamente. Eso si que era extraño. Sus encuentros sexuales eran habituales, era una especie de trámite, de descarga, de calentura, de momento. Sus compañeras sexuales solían ser hermosas, bellas, con cuerpos perfectos y muchas veces demostraban performances atrevidas y feroces en la cama. La adrenalina y el momento se volvían intensos, pero Enzo no conectaba del todo, al menos no su cabeza. Siempre un pensamiento, algo aparecía, y la furia surgía y eso hacia que la descarga sea con ellas, con quienes lo acompañaban, con violencia, velocidad y voracidad.

Esta vez no podía decir que eso fuera así. Y eso, eso era raro, extraño. Nada cruzó por su cabeza y era como el alcohol: generaba anestesia, asepsia, tranquilidad. Inclusive disfrute. Enzo estuvo ahí, no sus preocupaciones, no sus mambos, solo su cuerpo y él dejándose invadir de múltiples sensaciones que hacia mucho tiempo no lo invadían. Y sin alcohol de por medio. Eso también le quitaba el sueño, no podía desligarse de la culpa, de la responsabilidad. Quería hacerlo, no estaba borracho. Consciente y profundamente quería estar con esa mujer que descansa a su lado.

— ¿Dormiste algo al menos? — su voz lo saco de sus pensamientos. Ella no se movió, tenia aun los ojos cerrados y su cuerpo dolorido. Dolorido para bien. La intensidad del encuentro dejaba sus resabios, Clara podría jurar que debía tener fácil algunas marcas en sus pechos y podía percibir como los músculos de sus piernas latían. Ese dolor casi placentero.

Ella si durmió y cómo lo hizo. Corto pero profundo. No podía decir exactamente cuánto tiempo había pasado desde que cerró los ojos hasta que se despertó y lo descubrió mirándola. Podrían haber sido cinco minutos o cinco horas. El cansancio obró, pero también la relajación con la que había culminado todo y lo despojada que se había sentido de cualquier problema.

— Poco — admitió él. Sostener una conversación con sus parejas sexuales también era raro. — no me podía dormir.

— ¿Te suele pasar o es porque fui demasiado para vos? — se acomodó de costado, para mirarlo a los ojos, irónica. Él carcajeo.

— ¿El del ego no era yo?

— Todavía lo sos. Creo que me tengo que ir.

Enzo asintió, aunque para decir verdad, de vuelta sorprendido. Esperaba un desayuno, una charla o al menos algo que no generase que todo fuese raro la próxima vez que se cruzasen. Él le había dejado en claro que solo podía darle una noche, pero parecía que Clara lo tenia mas claro que él. Ella quería salir de ahí, dormir en su cama, relajarse fuera. No quería despertar más tarde en un departamento que claramente no era donde el morocho vivía ¿Para qué? ¿Para sostener una charla incomoda con Enzo sobre lo sucedido?

Claroscuro - Enzo FernándezWhere stories live. Discover now