Capítulo 22: Opciones

666 70 26
                                    

― ¿Se va a quedar a vivir en tu casa? ―unos diez días habían pasado desde que Emilia apareció en la casa de Julián y ella se la encontró al regresar de ese hotel, de esa fiesta, de esa noche con Enzo. ― Pero Juli ¿Vos no estabas saliendo con otra piba?

― Lo decidí ayer cuando fui a comer con ella. ― admitió su hermano metiéndose un pedazo de comida a la boca. La había invitado a almorzar a un lindo lugar cerca del rio. Clara sospechó, era obvio que algo raro había en todo eso. ― Nos reencontramos después de mucho.

― No la ves hace años Juli, es una locura ― protestó Clara indignada.

― La conozco mucho Clara, es una buena persona, es la mina perfecta.

― ¿Perfecta? ― levantó las cejas. Cuanto desconocía su hermano a las personas que lo rodeaban y cuanto le costaba a ella reconocerlo cuando Julián se mostraba encaprichado con algo. ― ¿Te puedo hacer una pregunta Ju? ― él asintió ― ¿Y Agus?

― Emilia es perfecta, tiene todo lo que una mujer en serio tiene que tener ― Clara carcajeo. No lo reconocía, definitivamente.

Porque Clara sabia que Julián se ponía estúpido con Emilia, siempre fue así. Desde niño que le está atrás, haciendo cada estupidez que ella le indica, manteniéndose a su merced como un perrito faldero hipnotizado ante la belleza. Pero está vez era distinto, porque Clara no podía entender como habiendo confesado estar enamorado de una piba como Agustina, Julián pudiese siquiera imaginarse al lado de alguien como Emilia.

― La vas a perder para siempre.

― Tu amiga no me importa Clara. Yo no le importo, asique ella no me importa.

La conversación no podía seguir por ese lado, asique Clara decidió hablar de cualquier otra cosa. Quizás debía decirle la verdad y admitir que vivir con Emilia le daba miedo por muchas otras razones que no tenían que ver con la vida amorosa de él. Leandro la mataría si se enterase. Algo hizo clic cuando la imagen del ojiazul apareció en su mente y recordó que no le había contestado ningún mensaje.

Julián siguió hablando durante unos minutos, ella se enfocó en terminar de comer lo más rápido posible. Necesitaba tomar algo de aire antes que su hermano termine matándola de un disgusto, por lo que ni bien terminaron sus platos, Clara se despidió de él y comenzó a caminar por la costanera del rio.

― Lean ― susurró cuando él contestó el teléfono. Se había apoyado contra un árbol, la mirada perdida en el rio frente a ella.

Si bien hacia días que estaba algo desorbitada por todo lo que pasaba, su atención y prioridad había comenzado a estar en ella. En su trabajo, en sus estudios. En la rutina. En mantenerse cuerda, en tomar las pastillas solo por las noches para dormir, en intentar ordenarse y ponerse en prioridad. Porque eso era necesario, porque debía vivir, debía salir. Y aunque el cuerpo duele, se siente anestesiado. Aunque todo le moleste, aunque el miedo la inunde, aunque no sepa como decirle a Julián que Emilia significaba un peligro, aunque Agustina siga haciéndose la indiferente y le hable de cualquier otro tema que no sea su hermano, aunque Enzo haya decidido desaparecer.

Porque lo hizo, desapareció. Sabia que estaba bien porque Julián lo había mencionado en una anécdota de entrenamientos. Pero eso era lo único que se había enterado de él en los últimos diez días. No respondió ninguno de sus mensajes, no apareció en ningún momento, no se lo cruzó en la cancha el único día que fue. Era todo muy extraño. Porque ella pensó que todo estaba bien, aunque quizás lo estaba. Pero lo extrañaba. O al menos a la idea de estar con él y sentir que nada estaría mal.

― Hola Clari ― Sorpresa. La voz de Leandro era la voz de una persona sorprendida. ― ¿Cómo estás?

― Estoy bien, mirando el rio, bien. Perdón por no contestarte antes.

Claroscuro - Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora