treinta y cinco

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Criar bebés era todo un lío, pensaba Heeseung.

Por supuesto, él estaba preparado para eso. O, al menos, para lo que imaginaba que iba a ser. Lloraban mucho, lo que no era ninguna sorpresa, así que los primeros meses se fueron turnando con Jungwon por las noches para hacerlos dormir. Fue agotador, claro, y demasiado caótico, pero eso no quitaba los buenos momentos que iban teniendo también.

―Son muy lindos ―sollozó Jungwon tres meses después, mientras les cambiaba la ropa y les ponía unos adorables enteritos con diseño de paltas bailarinas―. Heeseung, ¡son muy lindos!

―Y ladrones ―agregó el alfa antes de ganarse una mala mirada por parte del omega―, bueno, ¿cómo quieres que me sienta? Me roban tu atención.

―¡No puedes ponerte celoso de tus hijos! ―exclamó Jungwon, indignado―. Además, si acabé preñado con una camada tan grande es por tu culpa, ¡porque actúas como un carnívoro posesivo y salvaje que sólo pensaba en preñarme!

―¡Porque soy un carnívoro salvaje y posesivo que sólo piensa en preñarte! ―reclamó Heeseung.

Jungwon le lanzó una almohada.

De cualquier forma, el omega tenía que darle algo de razón a su novio en ese sentido: era un carnívoro salvaje, grande y protector con su manada. Heeseung siempre estaba muy alerta cuando salían a cualquier lado, como si olisqueara el peligro a kilómetros de distancia, y miraba muy mal a cualquiera que se quedara mirando a Jungwon por más de dos segundos. Además, había agarrado la costumbre de transformarse en pantera cuando estaban en casa y Jungwon lo aprovechaba para hacer nidos con sus cachorritos. Los cachorros no parecían asustarse de que una pantera los agarrara y lamiera, por el contrario, parecía gustarles mucho cuando papá los acurrucaba contra su suave pelaje, ronroneándoles. Jungwon a veces no aguantaba la tentación y se transformaba en ardilla para dormir contra Heeseung también, tan a gusto por todas las feromonas que exhalaba.

El omega estaba dedicado completamente a sus cachorritos. Le encantaba estar con ellos, hablarles, abrazarlos, besarlos y acurrucarlos en sus brazos. Sentía que... que eran lo más perfecto que él pudo haber hecho alguna vez en su vida y no se cansaba de mirarlos.

―¿Te hacen feliz? ―le preguntó Heeseung, cinco meses después, mientras preparaba la cena.

―Muy feliz ―afirmó Jungwon, sonriendo―. Es agotador, claro, cuando nos despiertan en mitad de la noche, pero... pero los amo mucho, Heeseunh.

―¿Más que a mí?

―¡Claro! ― Jungwon se rió al ver la cara de Heeseung ―. Es un tipo de amor diferente.

―Mmm... ―el alfa fingió estar enfadado―. Entonces deberíamos tener otra camada.

―¡No seas descarado, gato gruñón! ―Jungwon se veía genuinamente indignado―. No más bebés por el resto de mi vida.

Heeseung se rió ante esas palabras, sin sentirse molesto u ofendido, porque no había motivos para sentirse así. Él no iba a pedirle más cachorros a Jungwon, con los que tenía era más que suficiente, además de que era el omega quien debía decidirlo.

―Te amo ―le dijo Heeseung de pronto, y Jungwon sintió sus mejillas coloradas.

―Hee...

―Es en serio ―el alfa dejó de cocinar para irlo a abrazar―, te amo. Eres mi dulce omega al que adoro con mi vida entera ―le dio un beso en la boca―. ¿Quieres casarte conmigo?

Jungwon lo observó con gesto desconcertado, un poco fuera de sí ante la repentina pregunta. El alfa lo observaba con ese gesto tranquilo, aunque pudo ver un poco de ansiedad en sus ojos, quizás por los nervios.

Wild Chipmunk [Heewon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora