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Capítulo 3: Aromas dulces


Dulce.

Como el jugo del melocotón que Hoggle le dio por orden del Rey.

Dulce.

Como algodón de azúcar de la feria del pueblo al que sus padres la llevaron antes del divorcio.

Dulce.

Como las manzanas acarameladas que hacía Irene para Halloween.

Flores.

Margaritas, como las favoritas de su madre.

Flores.

Jazmines, como las que su madrastra llevo el día de su boda.

Flores.

Rosas, como las que siempre soñaba recibir en su primera cita romántica.

Suavidad.

Como la tela más fina, jamás creada.

Suavidad.

Como las nubes, en el cielo azul.

Suavidad.

Como los guantes de las manos gentiles del Rey Goblin.

Sarah estaba nadando entre esos olores tan exquisitos, con esa suavidad que le inspiraba el apuesto rubio. Estaba tan a gusto, que no deseaba levantarse. Sabía, que una vez abriera sus orbes, no encontraría a su rey de fantasía... estaría sola.

Un gruñido ajeno casi la hace saltar del susto.

—¡Maldición! Me quede dormido... —la voz rasposa sonó muy similar a...

¡JARETH! ¡Es él! Tiene que serlo... ese olor, esa suavidad... su voz ¡TODO ENCAJA! A pesar de la euforia, no estaba muy contenta ¿Por qué no le dijo que era él? Eso la desanimo un poco... pero, apartando esos funestos pensamientos, se concentró en escuchar a su amado.

—Es tan agradable despertar a su lado... mi preciosa Sarah.

Una arrugada mano acarició con infinito cariño su mejilla. Incapaz de contenerse, se inclinó más hacía el toque y soltó un ruidito de satisfacción. La mano tembló un poco y, con la toda la intención, jadeo un nombre, entre medio de un suspiro.

—Jareth...

Él estaba en shock. Su hermosa princesa soñaba con él... Y no huía de su toque. Queriendo tantear el terreno, Jareth acerco su rostro, inseguro, y restregó su nariz con la mejilla sonrosada de la bella durmiente. Una celestial risita inundó sus oídos, mientras su corazón galopaba a toda máquina. Una sonrisa enorme surco su rostro y sus ojos brillaron de esperanza. Sería posible...

—Sarah... —le susurro al oído con su tono normal.

—Jareth... —sonrió dulcemente.

Él ahogó un jadeo extasiado. Le dio un pequeño beso en la frente y la escucho suspirar cariñosamente. Acurrucándose más cerca, rodeando su feo cuerpo con sus delicados brazos y enterrando su nariz en la maraña que tenía por cabello. Con toda la fuerza de voluntad, el goblin mediano carraspeo y alzo su voz, recuperando el tono inventado de su personaje.

—Dama Sarah... Despierte, ¿por favor? Debo ir a trabajar...

Sarah abrió los ojos, divertida y, con un puchero que casi derrite al rey de incógnito, le planto un beso en la gruesa nariz. Superficial e infantil, pero un beso, al fin y al cabo. El cuerpo más pequeño se estremeció de gozo, ocasionando una risita en la humana.

Labyrinth (Historias Cortas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora