25. Las puertas abiertas

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—Parece que son buenos días.

Llevo mis dedos a mis labios indicándole silencio a Naomi y ella se ríe entre dientes haciéndose a un lado para dejarme entrar en la casa.

—Sí son buenos días, pero no por las razones que seguramente estás imaginando—mascullo entrecerrando los ojos ante la sonrisa insinuante que baila en sus labios.

Todavía está en su pijama y, si no supiera que suele despertarse temprano, diría que la acabo de obligar a salir de un buen sueño.

—No sabes lo que estoy imaginando, así que el que nada debe, nada teme—Suelto un resoplido mientras ella ríe entre dientes —. Al menos me hubieras avisado que no venías —Me dejo caer en el sofá.

—Lo siento, me quedé dormida temprano.

En efecto, lo hice. Cenamos pizza, vimos varias películas que pasaron en el televisor y me quedé dormida antes de poder pensar demasiado en si debía quedarme o no.

Esta mañana Colton me despertó cuando ya estaba vistiendo su uniforme diciendo que se le estaba haciendo tarde así que hice lo posible por lavarme los dientes y arreglar mi cabello antes de que me acompañara a tomar el taxi que me traería hasta aquí.

—Por supuesto —ironiza y yo resoplo—. No te preocupes, sabía que lo más probable es que no regresaras.

—¿Ah sí?

—¿Por qué vendrías a pasar la noche aburrida aquí teniendo a tu casi novio en una habitación de hotel solo y desamparado? —dramatiza llevando una mano a su frente, suelto un resoplido.

—Se supone que estoy aquí para hacerte compañía, lo siento.

—Ambas sabemos que esa no es precisamente la razón, pero ya te lo dije, no te preocupes—Le resta importancia con un gesto—. Además, yo también te hubiera dejado sola si tuviera un novio volando hacia acá para verme y...

—Hablo enserio, si lo que estás pensando es que me quedé teniendo sexo, estás equivocada—interrumpo entrecerrando mis ojos hacia ella que suelta un suspiro antes de dejarse caer en el sofá individual recargando la espalda en un reposabrazos mientras sus piernas cuelgan del otro—. Y no es mi novio.

—No estaba pensando en ello, pero el que tiene hambre en pan piensa.

—¿Qué tal si dejas los refranes acusadores para otro día? —Una carcajada le sube por la garganta y el sonido llena la sala cuando ella no puede contenerlo—. No tienes por qué juzgarme porque no estaba teniendo sexo, saca esa idea de tu cabeza—Ella calma su risa y luego finge un cierre sobre sus labios mientras yo levanto ligeramente mi peluche afelpado para mostrárselo—. Mira mi regalo.

—Es lindo—murmura sonriendo y extendiendo sus manos para tomarlo, lo presiona ligeramente sintiendo la felpa en sus dedos—. Y es suave, qué buenos gustos.

Quédate otra nocheWhere stories live. Discover now