Capítulo 11

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Desde pequeña aprendí a cerrar mis emociones, llegando al punto en que ya no sabía cómo volver a sentirlas. Me convertí en una experta en protegerme, en pretender que todo estaba bien, pero me di cuenta de que esa habilidad solo estaba impulsada por mi miedo a experimentar emociones. Quizás esa era la razón por la cual no amaba a Isaac.

Siempre he creído en la teoría de que uno no llora por lo que está pasando en el momento, sino que llora por la acumulación de cosas que ha pasado. En mi caso, sabía que no lloraba por Isaac, sino por todo lo que había soportado estando con él.

Secando mis lágrimas, salí del baño y entré en la habitación de Adam.

—Mierda, ya no aguanto mi cabeza —se quejó Sam, frotándose la sien con los dedos.

La resaca de Sam era evidente; la noche anterior se excedió con la bebida. Demian, durante casi toda la noche, lo regañó por beber de esa manera y se quejó de tener que llevarlo casi a rastras a casa.

Adam, con una sonrisa irónica, levantó una botella de agua y la lanzó hacia Sam.

—Tal vez esto te ayude a revivirte un poco —comentó, burlándose de la situación.

Sam atrapó la botella con torpeza y bebió un sorbo, haciendo una mueca de desagrado.

—Gracias, supongo —murmuró Sam, con un gesto de agradecimiento irónico.

Demian, mientras tanto, examinaba su teléfono con expresión concentrada.

—Chicos, ¿alguien recuerda cómo llegamos a casa anoche? —preguntó Demian, frunciendo el ceño.

Hubo un momento de silencio antes de que Sam levantara la mano en señal de rendición.

—Yo no recuerdo nada después del quinto trago.

Las risas llenaron la habitación, despejando la tensión restante de la noche anterior.

—Bueno, al menos no están en la cárcel —bromeó Adam, buscando el lado positivo.

Los chicos pusieron una película, y nos quedamos viéndola en silencio, sumergidos en la trama. Hasta que el sonido de mi teléfono rompió el silencio. En la pantalla, el nombre de Isaac parpadeaba, pero opté por simplemente cortar la llamada.

—¿Era tu novio? —preguntó Adam.

La pregunta flotó en el aire, cargada de curiosidad y un toque de preocupación. Miré a Adam, sintiendo la necesidad de elegir mis palabras con cuidado.

—No, ya no lo es —confesé.

—Así que... ¿Ahora estás soltera? —preguntó Sam con incredulidad.

—Sí, en realidad, la relación ya no daba para más —admití mientras agachaba la cabeza—. Hoy lo vi engañándome nuevamente, esta sería la séptima vez. Un nudo se formó en mi estómago, pero decidí liberar esta verdad que había estado guardando. La habitación se llenó de un silencio incómodo, hasta que una carcajada rompió el silencio.

—Así que eres un venadito —la risa de Demian resonaba en cada rincón de la habitación, contagiándonos a todos.

Era la primera vez que lo escuchaba reír; si pudiese atrapar la risa de ese chico y conservarla toda mi vida, lo haría sin dudarlo.

—Cállate —chillé, sintiendo cómo mis mejillas comenzaban a arder.

Continuamos riendo, dejando atrás la tensión que había dominado el ambiente. La película, olvidada por un momento, se convirtió en fondo de nuestras risas y bromas improvisadas.

—Entonces, ¿qué harás ahora que eres oficialmente una "venadita libre"? —preguntó Adam con una sonrisa traviesa.

Todos rieron ante su comentario, y yo misma no pude evitar unirse a la diversión.

Así que bésame por última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora