Capítulo 22

11 1 0
                                    


Rogaba internamente para que la clase de la profesora Fournier terminara pronto. Mis párpados se sentían pesados, como si estuvieran hechos de plomo. Las noches de sueño interrumpido estaban comenzando a pasar factura.

Demian había estado sufriendo crisis de pánico últimamente, y para ayudarlo, nos quedábamos despiertos hasta tarde viendo series juntos o jugando en línea hasta que nos quedábamos dormidos. Aunque estaba cansada, no me importaba. Me alegraba poder estar allí para él, para ofrecerle un poco de consuelo en medio de su tormenta.

Anoche, mientras nos sumergíamos en la trama de nuestra serie, un mensaje de Sam interrumpió la atmósfera. Se disculpaba por su repentina ausencia y explicaba que su distanciamiento se debía a la necesidad de reflexionar. Aseguraba que ya no sentía nada más por mí, que todo había sido una ilusión alimentada por una falta de cariño. Su mensaje concluía con un tono apaciguador, asegurando que todo estaba bien entre nosotros.

Compartí este intercambio con Demian y, después de una larga conversación, coincidimos en que lo más prudente era mantener nuestra "relación" en secreto. No queríamos herir a Sam más de lo necesario. Aunque la situación era complicada, sentía que estábamos tomando la decisión correcta.

Finalmente, la profesora se despidió, liberándome de la última clase. Salí del aula y, para mi sorpresa, Demian estaba esperándome fuera. En sus manos, sostenía un ramo de flores recién cortadas, un gesto que se estaba volviendo una encantadora costumbre cada vez que nos encontrábamos.

—¿Otra vez con flores, Demian? —bromeé mientras aceptaba el ramo.

—Sí, ¿te molesta?— preguntó, con una sonrisa juguetona en su rostro.

—No, al contrario, me encanta. Es un gesto muy dulce de tu parte—respondí, oliendo las flores. Tenían un aroma fresco y dulce, como él.

—Me alegra que te gusten. Quiero que cada vez que veas flores, pienses en mí—dijo, mirándome con esos ojos llenos de cariño.

—Eso no será difícil —repliqué, sonriendo—. Cada vez que veo flores, ya pienso en ti.

Después de la sorpresa de las flores, Demian y yo decidimos ir juntos a mi casa. Pasamos la tarde juntos, riendo, hablando y disfrutando de la compañía del otro. Era como si todo lo demás desapareciera y solo existiéramos nosotros dos.

Justo antes de que Demian se fuera a su casa, se volvió hacia mí. Tomó mi cara entre sus manos y me miró a los ojos. Luego, con una voz aniñada, preguntó.

—¿Me quieres, Seri?— agudizó su tono.

Me reí ante su tono de voz, pero sabía que la pregunta era seria. Asentí y respondí con sinceridad

—Sí, Demian, te quiero—decidí devolverle la pregunta—. ¿Y tú, Demian? ¿Me quieres?

Demian sonrió y asintió.

—Sí, Emma, te quiero. Te quiero mucho.

Nos quedamos allí, mirándonos a los ojos, sabiendo que lo que sentíamos el uno por el otro era real. A pesar de todas las complicaciones, a pesar de todo lo que estaba sucediendo, sabíamos que nos queríamos. Y eso era todo lo que importaba.

Después de que Demian se fue, fui a la cocina para hacerme un sándwich. Mientras estaba allí, mi teléfono sonó. Era un mensaje de Sam, preguntándome si quería unirme a ellos para jugar en línea esa tarde. Le respondí que sí, sintiendo un cosquilleo de emoción. A pesar de todo lo que había pasado, todavía disfrutaba de esos momentos de diversión con mis amigos.

Comí mi sándwich y luego me conecté para jugar. Todos estaban allí, riendo y bromeando como siempre. Se sentía bien, como si todo estuviera volviendo a la normalidad. Jugamos durante horas, perdiéndonos en el juego y en la diversión de estar juntos.

Justo cuando estábamos a punto de terminar, Adam sugirió que todos fuéramos a su casa al día siguiente. Todos estuvieron de acuerdo, emocionados por la idea de pasar tiempo juntos.

Después de terminar el juego, bajé a la cocina para pedir permiso para salir al día siguiente. Mi madre estaba allí, preparando la cena, y mi padre estaba sentado en la mesa, tomando una cerveza.

—Mamá, ¿puedo ir a casa de Adam mañana? Vamos a tener una reunión y me gustaría quedarme a dormir allí—pregunté, esperando que dijera que sí.

—Claro, cariño. Solo asegúrate de llamar si necesitas algo—mi madre asintió, sonriendo

Justo cuando estaba a punto de agradecerle, mi padre golpeó la mesa con su puño.

—¡No!—exclamó, su rostro enrojecido de ira—. Estoy harto de que siempre estés saliendo. Lo único que vas a hacer es alimentar los rumores del pueblo.

Me quedé en shock, sin saber qué decir. Sabía que había rumores sobre mí en el pueblo, pero nunca pensé que mi padre se los tomaría tan en serio. Traté de explicarle que solo quería pasar tiempo con mis amigos, pero él no quería escuchar.

Intenté explicarle a mi padre que solo quería pasar tiempo con mis amigos y que estaría segura en casa de Adam. Mi madre también intentó hacerle entender, diciéndole que conocía a mis amigos y que eran buenos chicos. Pero mi padre seguía negándose, hasta que soltó una frase que me dejo a mí y a mi madre heladas.

—¡Basta ya! —gritó, golpeando su botella de cerveza contra la mesa—. Estoy cansado de tener una hija que es una cualquiera, todo el pueblo me mira juzgándome por tu culpa, porque no sabes mantener las piernas cerradas.

Me sentí humillada y triste. No podía creer que mi propio padre pensara eso de mí. Intenté contener las lágrimas, pero no pude. Rompí en llanto y subí corriendo a mi habitación, sintiéndome sola y sin apoyo.

Después de llorar un rato en mi habitación, decidí llamar a Demian para contarle lo que había pasado. Le dije que mi padre no me había dado permiso para salir al día siguiente y que estaba muy triste por eso. También le conté sobre la actitud de mi padre y cómo me había hecho sentir.

Demian me escuchó atentamente y trató de consolarme, diciéndome que todo estaría bien y que él estaría allí para mí. Me sentí reconfortada al escuchar sus palabras y agradecida por tenerlo a mi lado.

Pero justo cuando estaba empezando a sentirme mejor, Demian cortó la llamada abruptamente. Me quedé allí, en mi habitación, confundida y preocupada por lo que había pasado.

Decidí acostarme temprano esa noche, tratando de olvidar todo lo que había pasado. Pero no podía sacar de mi mente la sensación de soledad y tristeza que me invadía.

De repente, escuché un suave golpeteo en la puerta de mi habitación. Mi sorpresa creció al ver a Demian en el umbral. Lo miré con desconcierto y le pregunté qué hacía allí.

—¿Demian? ¿Qué estás haciendo aquí? —inquirí, llena de sorpresa.

—Seri, tengo una sorpresa para ti— dijo Demian con una sonrisa en el rostro.

—¿Una sorpresa? ¿De qué se trata?—pregunté curiosa.

—Conseguí hablar con tu padre y le dije que yo era tu novio. Le pedí permiso para que pudieras salir mañana y pasar el día con nosotros—explicó Demian.

—¿En serio lo hiciste por mí? —mis ojos se llenaron de emoción.

—Por supuesto, Seri. Haría lo que fuera por ti —respondió con cariño—. Le dije que estaban todos equivocados y que él debería ser el primero en saberlo.

Me acerqué a él y lo abracé con fuerza, agradecida por su gesto. Demian me besó suavemente en los labios.

—Te quiero, Seri. Quiero que seas feliz—dijo Demian con sinceridad

—Y yo a ti, Demian—respondí—. ¿No te molesta que todo el mundo diga que soy mala y una cualquiera?

Sujeto mi rostro en sus manos y me acarició suavemente

—No eres mala, Seri. Eres una muñequita rota en un mundo lleno de gente quebrada —suspiró antes de continuar—. Pero te prometo que repararé cada grieta, porque eres mi muñequita rota.

Así que bésame por última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora