Capítulo 32

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El autobús se movía lentamente por las calles de la ciudad, llevándonos de vuelta a casa. Sam, sentado a mi lado, parecía completamente ajeno a la tormenta de emociones que estaba atravesando.

—Vamos a sacarnos una foto —dijo Sam, sacando su teléfono.

Me miró, esperando mi aprobación. A pesar de mi inseguridad, asentí. Sam tomó la foto y la subió a las redes sociales. No pude evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en cómo reaccionaría Demian al verla.

Finalmente, el autobús se detuvo en el centro del pueblo. Sam y yo nos bajamos y comenzamos a caminar en direcciones opuestas. Yo me dirigía a casa de mis padres, pero a medio camino me desvíe llegando a casa de Casper.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas apenas abrió la puerta, me abrazó con fuerza y yo intenté contener los sollozos, pero era inútil. Me sentía completamente rota.

—Emma, ¿Qué pasa?—su voz reflejaba su preocupación

—lo arruine...—admití mientras mi voz se perdía entre mis sollozos—. Lo arruine todo

Me tomo de los hombros y me dejo mirándolo fijamente, tenía arqueada una ceja y la incertidumbre se reflejaba en su mirada

—¿Qué arruinaste?

—Todo con Demian—sentí como mi corazón se apretaba y comencé a llorar en los brazos de mi mejor amigo, del amigo que una vez le deje de hablar por un chico y él seguía ahí, en los brazos del único que sabía lo que pasó en casa de Sam.

Cuando me calmé le conté lo que había pasado, veía la ira en la mirada de Casper

—No seas estúpida Emma—dijo golpeando la mesa—. ESE HIJO DE PUTA TE VIOLO NO ES TU CULPA

Conversamos un tiempo más hasta que se dio la hora de irme, me acompañó a la puerta y antes de irme me tomó del brazo

—No es tu culpa—dijo con voz firme, sentí como mi estómago se apretaba al escuchar esas palabras, asentí y caminé hacia mi casa.

Al llegar, saludé a mi madre con una sonrisa forzada. No quería preocuparla, así que intenté actuar como si todo estuviera bien. Sin embargo, en cuanto tuve la oportunidad, me encerré en el baño.

La ducha se convirtió en mi refugio. Dejé que el agua caliente cayera sobre mí mientras las lágrimas seguían fluyendo. Estuve casi dos horas en el baño, llorando y tratando de entender cómo había llegado a este punto.

Los días pasaron rápidamente, cada uno lleno de evasivas y excusas para evitar encontrarme con Demian. Cada vez que me preguntaba si podíamos vernos, inventaba una nueva razón para decir que no. Podía sentir su confusión y preocupación a través de sus mensajes, pero no sabía cómo enfrentarlo.

Un día, mientras jugábamos en la PC, Demian me preguntó directamente si algo había pasado entre Sam y yo. Me quedé helada, sin saber qué decir. Negué todo, tratando de mantener la calma. Continuamos jugando, pero podía sentir la tensión en el aire.

Al día siguiente, la misma pregunta volvió a surgir. Pero esta vez, Demian añadió algo más: Sam ya le había contado todo. El pánico se apoderó de mí. Inmediatamente, llamé a Sam, insultándolo y preguntándole por qué había roto nuestro acuerdo de silencio.

—¿Eres estúpido, Sam? ¡Acordamos mantener esto en secreto! ¿Por qué le dirías algo a Demian cuando sabes que no estoy lista para hablar de ello? —le grité, la ira y el miedo mezclándose en mi voz.

Sam respondió con calma, insistiendo en que no le había dicho nada a Demian. Incluso me envió capturas de pantalla de sus conversaciones para probarlo. Me quedé mirando las imágenes, sintiéndome aún más confundida.

Reí nerviosamente, dándome cuenta de lo que había pasado. Demian había intentado sacar la verdad a través de una mentira. Había fingido saber algo que no sabía, esperando que yo confirmara sus sospechas.

Mi teléfono vibró, interrumpiendo mis pensamientos. Era un mensaje de Demian.

—Creo que es mejor que no nos veamos por un tiempo —decía el mensaje—. Prefiero que dejemos las cosas así por el momento.

Sentí como si el suelo se desvaneciera bajo mis pies. Aunque sabía que era lo mejor, no pude evitar sentirme devastada. Asentí, aceptando su decisión, pero tan pronto como terminé de responder, las lágrimas comenzaron a caer.

Pasé toda la noche llorando en mi habitación, sintiéndome más sola que nunca. Pasaron dos días en los que apenas salí de mi cuarto, hasta que mi teléfono volvió a vibrar.

El mensaje era de Casper en el grupo de amigos, diciendo que debíamos ir al camping en dos días, ya que era su cumpleaños y quería celebrarlo allí. Mi corazón se llenó de emociones encontradas. Por un lado, estaba emocionada de poder estar con mis amigos y celebrar el cumpleaños de Casper. Pero, por otro lado, la tristeza y la culpa me comían la cabeza.

Antes de que pudiera responder al mensaje de Casper, recibí otro mensaje, esta vez de Demian. El mensaje decía que había planeado una pijamada para mañana en casa de Adam. La idea de pasar tiempo con mis amigos en un ambiente más íntimo me reconfortaba, pero también me recordaba lo complicada que era la situación entre Demian y yo.

Tomé un momento para reflexionar sobre las dos opciones. Por un lado, el camping sería una oportunidad para distraerme y disfrutar de la compañía de mis amigos. Por otro lado, la pijamada en casa de Adam podría ser una oportunidad para aclarar las cosas y hablar sobre lo que había sucedido.

Acepté la invitación de Demian para la pijamada en casa de Adam. Sentí que era una oportunidad para hablar con él y aclarar las cosas entre nosotros. Le respondí a Demian que estaría encantada de asistir y agradecí su invitación.

Luego, le escribí a Casper en el grupo de amigos, explicándole que iría a la pijamada con Demian y que me uniría al camping el mismo día de su cumpleaños. Le dije que quería estar presente para celebrar su día especial, pero también necesitaba resolver lo que había comenzado.

Para mi alivio, Casper respondió rápidamente y dijo que no había problema. Me alegró saber que entendía mi situación y que apoyaba mi decisión.

Con todo resuelto, me preparé para la pijamada y esperé con ansias el momento de encontrarme con Demian.

Al día siguiente, habíamos quedado con Demian en encontrarnos en la esquina de mi casa, así que salí, sintiendo un nudo de nervios y emoción en el estómago.

Vi a Demian a lo lejos, su figura familiar se destacaba en la penumbra de la calle. A medida que se acercaba, mi corazón comenzó a latir más rápido. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca, no pude resistirme y lo abracé.

En ese momento, la idea de contarle todo cruzó por mi mente. Quería decirle la verdad, quería liberarme de la carga que había estado llevando. Pero cuando levanté la vista y lo miré a los ojos, el miedo se apoderó de mí.

Sus ojos, siempre tan llenos de calidez y comprensión, me miraban con una mezcla de confusión y preocupación. Me di cuenta de que si le decía la verdad, podría perderlo para siempre. Y eso era algo que no estaba dispuesta a arriesgar.

Así que en lugar de decirle la verdad, simplemente apreté más fuerte el abrazo, tratando de transmitirle todo lo que no podía decir con palabras.

El camino a casa de Adam fue largo y silencioso. Aunque ninguno de los dos dijo nada, podía sentir la tensión en el aire. Era como si ambos supiéramos que algo estaba pasando, pero ninguno de los dos se atreviera a mencionarlo.

Al llegar a casa de Adam, el ambiente se volvió más relajado. Nos unimos al resto del grupo y comenzamos a conversar y reír. Pedimos algo de comida y nos sentamos a comer juntos, tratando de olvidar por un momento los problemas que nos acechaban.

Estaba en medio de una risa cuando mi teléfono vibró. Era un mensaje de mi madre. Decía que Sam había ido a casa buscando unos audífonos que supuestamente me había dejado. Mi madre le había dicho que estaba en una pijamada, sin saber la tensión que eso causaría.

Sentí cómo los nervios se apoderaban de mí. La idea de que Sam pudiera aparecer en la pijamada me aterraba. No sabía qué haría si eso sucedía, pero sabía que tenía que estar preparada para cualquier cosa.

Así que bésame por última vezWhere stories live. Discover now