Capítulo 12

1.2K 247 226
                                    

—Me caes mal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Me caes mal.

—¿Vas a seguir diciendolo? —burlo muy cerca de ella.

—Me caes mal. —repite y ruedo los ojos.

Me quito de encima de ella, solo me recuesto a su lado para mirarnos. Me gusta su rostro rojo y sus labios hinchados. Me causa mucho orgullo verla así.

—Veamos, ¿Por qué te caigo mal?

—¡Ayer mismo actuaste como si besarme hubiese sido el peor error de tu vida! ¿Tienes idea de cuánto lloré anoche y hoy por eso? ¿Tienes idea de lo mal y asustada que me sentía?

Sus reclamos son serios, mi sonrisa desaparece y solo me acerco un poco más a ella para pasar un mechón de su cabello detrás de su oreja.

—Perdóname, de verdad estaba asustada. Cómo me tocabas y como nos besábamos me hizo sentir y pensar muchas cosas y me asusté al pensar que notaras todo eso. Y la verdad soy muy mala para ocultar mis sentimientos. —admito con algo de vergüenza.

Ella se acerca y me da un pequeño beso.

—Sí, de verdad me sentí muy mal.

Me acurruco en ella, me rodea con sus brazos y yo solo inhalo el aroma de su perfume en su pecho.

—Hablemos un poco, entonces. —digo con los ojos cerrados, disfrutando su presencia.

—¿Sobre qué?

—Nosotras.

Temo por un momento que la palabra suene pesada, pero no siento ningún cambio en Jeongyeon.

—¿De qué, exactamente?

—Si nos gustamos, entonces seremos algo, ¿Verdad? —menciono.

—Me asusta que pueda salir mal y perdamos nuestra amistad... —murmura y yo me enderezo para mirarla directamente al rostro.

—¿Tu quieres tener solo una amistad conmigo?

Ella niega.

—Entonces sí o sí esa amistad va a cambiar mucho, ¿Sabes? —acaricio su mejilla suavemente, me gusta su piel—. Yo también estaba y estoy algo asustada aún —inconscientemente, me acerco un poco más a ella—. Pero, no sé dónde quieras llevar esto, a donde podamos hacerlo, pero me gustaría explorarlo contigo. —digo y tomo una de sus manos, me animo a entrelazar nuestros dedos a diferencia de hace rato cuando tomaba ella mis manos. Me gusta como se siente esa calidez y envolverla.

—¿Por qué estás asustada? —Ella pregunta, su pulgar acaricia suavemente el dorso de mi palma y ella mira nuestras manos.

Por un momento analizo su pregunta. Realmente no tengo una respuesta concreta, la más cercana siento que no es el momento de contarlo.

¿Debería hacerlo? No lo sé. Es un momento muy cómodo e íntimo que no quiero desperdiciar con una anécdota.

Sin soltar su mano, solo acerco mi rostro al de ella y la beso con suavidad. Había querido besarla así desde la primera vez.

TutoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora