05. Dulces de miel

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KALE ♫

La música para mí lo es todo, por eso, un concierto siempre es algo que me da dolor de cabeza. Quizá por memoria muscular o por traumas, me sigue afectando. Amanecí el día del evento con la cabeza por explotar.

Cuando despierto Aster ya no está, lo contrario al primer día. No tengo ropa conmigo, de hecho, no tengo nada conmigo, así que son los diversos uniformes usados de la cafetería mis outfits habituales. Esta vez es un oso estampado en las camisetas, tiene gafas de sol y hace la pose de dos cuernos con las manos, como los rockeros.

Evito ir directo al piso de abajo a buscar a la gente esta mañana, en su lugar recorro los pasillos sabiendo que si me encuentran puedo usar la excusa de que me perdí en esta mansión de madera.

El segundo piso es donde duerme el abuelo, todo está decorado con estilo setentero, tiene fotografías, discos, cintas, un par de animales disecados que casi me sacan un grito. Este sitio es un tanto espeluznante, pero el aroma a chocolate impregnado en cada esquina no ayuda a generar ese ambiente, juraría que encuentro dulces a medio comer cada cuarto.

Todo va bien hasta que siento unas uñas clavarse en mi brazo y jalarme hacia abajo de una de las escaleras.

—Escúchame. —murmura Aster.

—¡Déjame! ¡Son las seis de la mañana, no pude haberte hecho nada!

—¡Cállate tonto, no es por eso!

—¡¿Cuál es tu problema entonces?

—Tú. Pero ese no es el punto —se aclara la garganta—. El problema de hoy es mi hermanita.

—¡¿Te quieres deshacer de tu hermanita?! —me suelto de un jalón—. Das miedo, en serio, necesitas ayuda psiquiátrica.

—¡No, imbécil, no! Me refiero a que ella sabe, es tu fan, te va a reconocer —explica nerviosa—. Bueno, no lo sé, no pareces...

Sí. «No parezco yo, lo sé».

—No podemos descartarlo.

—¿Y me quieres ayudar? —cuestiono incrédulo.

—No, solo quiero que no se ponga loca. Y que no nos involucres en tu mierda rarita de famosos, es más, ni siquiera sé por qué no he llamado a ese número —toma su teléfono—. estoy harta, voy a....

Le arrebato el teléfono de las manos.

—No vas a nada. Vamos, explícame, ¿Cuál es el plan para que tu hermanita no me reconozca?

—No hay plan, genio, no soy un agente secreto, ni un criminal. Te advierto para que tú pienses en algo.

—¿Por qué lo dices?

—Se nota mucho que estas ocultándote por decir así, un introvertido alejado del mundo como Nazar y un anciano como mi abuelo no lo notaran. Ella sí, es adolescente, tiene internet, es muy muy inteligente y está obsesionada contigo.

—Awww, qué linda. 

—¡Di eso otra vez y te parto la boca, tiene 15 años!

—¡No lo decía en ese sentido, enferma!

—¡Loco!

—¡Demente!

—En fin, necesitamos hacerte un disfraz más creíble. Por cierto, tienes prohibido quitarte los abrigos, no queremos que vea tus tatuajes. No sé si tienes la misma voz, cámbiala ya mismo.

—¡¿Cómo se supone que haga eso?!

—Por favor, ¿Nunca has pretendido que tu voz es más gruesa de lo que ya es solo para que no te molesten?!

No apto para artistasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora