12.

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Tras toda aquella sorpresa de revelaciones, fue el propio Axel quien se levantó a por una nueva botella de vino y se la sirvió a los dos. Una de sus mejores reservas. Porque como ella misma mencionó: la vida era corta y su compañía era perfecta y eso merecía lo mejor de la vida.

—Cuéntame, quiero saber, como lo has vivido.

—He vivido desde mi nacimiento con esta enfermedad. Pero no lo supe hasta la adolescencia. No es necesariamente rara, simplemente no es conocida por la gente como debería. Por mis amigos, por las personas que conozco y me cuentan lo que tengo, a veces ni siquiera por los distintos médicos que he necesitado a lo largo de mi vida. Sí, el tiempo y la madurez me fue mostrando cada vez más los riesgos y dolencias reales que esto conllevó para mi vida. Algo que cuando era adolescente y joven, no tenía la percepción real. Hoy en día voy disipando y relativizando las limitaciones que la enfermedad ha impactado en mi autoestima.

—No quiero imaginar lo que hayas podido pasar. Me rompe el corazón —Y se lo dijo con total honestidad.

—Mi caso nunca fue de los más graves entre los que padecen este tipo de cáncer. Mi caso era simplemente terminal. No era grave porque eso significaba que tenía un atisbo de esperanza de curación. Lo mío era sí o no. Sí a alguien que pudiera hacerme un trasplante de médula ósea y no a esperar que hubiera otro tipo de salvación. Porque no la había. Cuando la enfermedad se reveló a mis 12 años, pasé por todo el tipo de tratamientos, paulatinamente. Radio, quimios, operaciones, transfusiones. De todo un poco. A mis dieciocho años, cuando logré la mayoría, me dieron la sentencia. Tenía que encontrar un donante o entonces moriría. ¿Cuándo? No lo sabían. Cuando mi cuerpo decidiera.

A Axel se le pusieron los pelos de punta.

—¡Qué fuerte! —murmulló él.

—Sí. Y a mis veinte y dos, me dijeron que el tiempo se acababa.

—¿Cómo así? En todos esos años, ¿no han conseguido encontrar a un donante?

—Oh, sí, los encontraban. Varios, de hecho. Que resultaban no ser compatibles conmigo. Dos de ellos incluso se pensó que sí. Y me llegaron a hacer toda la preparación para el trasplante, pero mi cuerpo rechazaba su sangre. Ha sido muy duro.

—¡Joder! No podía ni imaginarlo... ¿cómo te las arreglaste para vivir con todo eso? ¿Cómo conseguiste seguir viviendo y tener una carrera? —Axel se dio cuenta de que había hecho cosas absolutamente demenciales en condiciones verdaderamente indignas.

—A duras penas. Con la ayuda de mis amigas y mi madrina, como te dije. Ya no tengo padres, ni nunca tuve hermanos, así que... fue lo que fue. Pero ya pasó.

—Saray...

La voz de Axel se entrecortó, abrumado por las emociones que ella transmitió.

—En cierto modo, fui bendecida —Axel vio sus ojos se humedecieren—. Hay quien muere repentinamente en la adolescencia, hay quien queda verdaderamente deformado en algunas partes del cuerpo, hay quien repite cirugías brutales, sólo para ganar unos meses más de vida, hay quien entra en depresiones muy fuertes, porque entre el miedo a morir, el miedo a verse en el espejo y un sistema nervioso sensible sólo puede conducir a la depresión y al agotamiento. Así que puedo decir que tuve suerte.

Axel ya no tenía palabras para confortarla y lo único que le quedaba era dejarla hablar. Entre que ya no sonaba muy coherente y la historia iba perdiendo el hilo, quizás por el vino, quizás por el dolor de los recuerdos, y de que su historia era muy, muy triste, a pesar de haber tenido un final feliz, Axel ya no sabía se quería decir lo que fuera.

Combate de Amor | Terminada y completaWhere stories live. Discover now