25.

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Con un suspiro de alivio, Saray cerró la puerta de su apartamento detrás de sí y se dejó caer contra ella. Había sido un día largo y agotador en el trabajo, y lo único en lo que podía pensar era en tirarse en su cómodo sofá y descansar. Pero cuando entró en la sala de estar, se sorprendió al ver a su amiga Mónica sentada allí, con una sonrisa acogedora en su rostro. La fatiga de Saray se desvaneció en un instante mientras se acercaba a Mónica, agradecida por tener a alguien con quien compartir su día y olvidarse de sus preocupaciones por un rato.

—Hola, Moni, ¿cómo estás?

—Hola, Saray. Pues la verdad es que no muy bien.

—¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?

—No, no estoy enferma. Estoy decepcionada.

—¿Decepcionada? ¿Por qué? —Saray ensanchó la mirada.

—Por ti, Saray. Por ti y por lo que hiciste.

—¿Yo? ¿Qué hice yo?

—Ah... No te hagas la inocente. Sé que ayer la has cagado.

—Después de lo que pasó ayer, no sé si tengo algo que decir. Es todo tan surrealista.

—Por favor, Saray. No seas injusta. Él no tuve la culpa de lo que pasó.

—¿No? ¿Y quién tuvo entonces? ¿La rubia con la que le vi cenando tan a gusto?

—Él no sabía que tú ibas a estar ahí.

—¿Y por qué no me lo dijo antes?

—Porque no pensaría que fuera importante. Además, tú tampoco le dijiste nada de Orestes en un principio.

—Orestes era un compañero de trabajo como tú has dicho. No tiene nada que ver con Axel.

—Pues a mí me pareció que se te acercaba demasiado en los últimos tiempos. Y tú no le ponías ningún freno.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Qué le pegara una bofetada? Él solo estaba siendo amable.

—Amable... Claro. Como tú con Axel, ¿no?

—¡Mónica! No seas así. Sabes que lo quiero más que a nadie en este mundo.

—Lo sé, Saray. Pero tienes que confiar más el uno en el otro. No puedes dejar que los celos y los malentendidos os separen.

—Tienes razón. Pero hay cosas que no las veo claras del todo.

—Irradias esa personalidad, esa lucidez de las cosas y tu espíritu guerrero, pero tierno y frágil como un minino, y a veces, te atraiciona. Soy yo. La que más te conoce. Y la que más te quiere ver feliz. El amor que recibes lo multiplicas y lo haces dulzura y felicidad. Sólo que esta vez te pido vayas más impávida, más inocente y menos curtida y senil de la cizaña en el corazón.

Saray comprendió las palabras de su amiga. Sus ataques de celos y su actitud no hacían honor a su perspectiva. Entonces, le contó a Moni todo lo que había pasado con Axel. Cómo se habían cruzado los cables, cómo se habían enzarzado en discusión y cómo se habían separado por culpa de una supuesta infidelidad. Moni la escuchaba atentamente, sin interrumpirla ni juzgarla. Solo quería apoyar a su amiga en ese momento tan difícil.

—No te preocupes, Saray —la consoló Moni—. Tú no mereces algo así. Hay muchos hombres mejores que él en el mundo. Ya encontrarás a alguien que te quiera de verdad y te haga feliz.

Saray le agradeció a Moni sus palabras y su amistad. Sabía que podía contar con ella para lo que fuera. Era su mejor amiga y nunca la había fallado. Se abrazaron con ternura y se prometieron estar siempre juntas.

Combate de Amor | Terminada y completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora