15.

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Saray esbozó una ligera sonrisa, mirándolo amistosamente.

—No ha sido nada, un golpe tonto, nada más.

—¿Un golpe tonto? —Axel le tocó suavemente la herida, pasando la mano por el bulto alrededor del corte que ya empezaba a verse feo.

La actitud de Axel no estaba lejos de ser apreciada precisamente por su elegancia en el ring, además de por su seguridad y explosividad. Su imagen audaz y fuerte daba la impresión de una persona a la que temer y de la que cuidarse, sin embargo, Drac, como se le conocía, era un hombre sensible y cariñoso con aquellos a los que quería y cuidaba. Era cierto que había sido un luchador versátil que durante su carrera protagonizó batallas memorables. Al principio, como no era un luchador noqueador, Drac compensaba esta debilidad con la virtud de avanzar como un verdadero toro que no daba un paso atrás a pesar de acabar a menudo con la cara roja de sangre. Su valentía iba acompañada de una gran forma física que le permitió brillar en el pugilismo en su camino para convertirse en inmortal. Siempre había habido mucha controversia entre su imagen y su verdadero carácter. Y él era consciente de eso. Que algunos lo temían y otros le tenían su debido respeto.

—En serio —dijo Saray apoyando una mano en su enorme bíceps—, no ha sido nada. Orestes ya me estaba desinfectando la herida.

—Orestes... —susurró Axel, mirando por encima del hombro en dirección al chico.

Al ofrecerle su mano, Orestes le extendía un saludo:

—Hola. ¡Encantado de conocerte! —Orestes cargó todo el sarcasmo que pudo en sus palabras.

—Igualmente —Axel tomó su mano con una fuerza exagerada de forma premeditada. Sabía que ejercer esa presión le hacía parecer arrogante y agresivo y esa era la imagen que quiso trasmitirle.

A la continuación, Axel se volvió hacia Saray nuevamente y la apretó contra sí en un abrazo. Saray estaba tan abismada por todo lo que estaba pasando allí que temblaba sin cesar. El cuidadoso Axel pensó que era por su situación de salud.

—¿Estás bien? ¿Te acompaño al hospital? —preguntó él, preocupado y mirándola a los ojos a muy corta distancia.

—No, en absoluto —soltó una débil carcajada—, obviemos esta tontería. Vamos, quiero conocer al paciente.

Axel se apartó un poco de la camilla en la que estaba sentada para bajarla al suelo. Mientras lo hacía, Saray se acercó a Diego.

—Tú debes de ser Diego, ¿verdad? Es un placer conocerte. Seré la persona que lleve a cabo tu tratamiento, de momento.

En ese instante, Saray miró a Orestes que permanecía callado y con los ojos estrechos.

—Sí, soy yo —Diego estrechó la mano para saludarla—, encantado de conocerte.

—Es un placer —contestó ella.

—Bueno, creo que es mejor dejarles trabajar en paz. Vamos a esperar fuera, ¿vale? —lo dijo Orestes mirando a Axel—. Cuando termines, pásate por mi despacho, por favor —y luego, soltó aquella orden directamente a Saray.

—Sin problema —le contestó ella.

—Cuida de mi mejor amigo. Parece valiente —Axel le dio un golpecito en el hombro a Diego—, pero cuando lo conozcas verás que es un gato asustadizo.

Saray alargó la sonrisa. Paola hizo lo mismo y Diego no pudo hacer otra cosa que entrecerrar los ojos y soltar un "ja, ja, ja" irónico. El chiste de Axel iluminó la sala y, antes de salir de ella, se acercó a Saray y se lo dijo más cerca de la oreja para que los demás no pudieran oírlo:

Combate de Amor | Terminada y completaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora