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—Siento mucho lo que sucedió, espero no le tengas rencor, es un niño en cuerpo de adulto— suspiro terminando de pasar un pañuelo por el rostro de su nuevo amigo, el cascanueces— debería colocarte en la repisa, o tal vez en mi mesa de noche, entre más cerca estés tal vez mi hermano no quiera tomarte.

Exhalando nuevamente Cassi, dejando al muñeco encima de su almohada, después de llamar a su hermano idiota subió de inmediato escuchando los gritos de este junto a su madre regañándola por ofenderlo, pero no le importó y se encerró en su habitación. Tomo la caja rectangular en sus manos y la coloco en la repisa cercana a su computador, quería observarla, pues fue un lindo gesto y regalo de su tío. Escucho unos leves toques y pregunto de quien se trataba.

—Lamento lo que sucedió tío, no quería incomodarte.

—No te preocupes, muchas veces sucedía lo mismo en casa— Arthur se encogió de hombros, sus ojos viajaron hasta el muñeco—creo que le encontré un buen hogar a ese chico.

— ¿Mmm?— Cassi miro lo mismo—, ¿No encontrabas un coleccionista?

—Muchos quisieron arrebatármelo, pero sentía que ese pequeño tenía un fin, lo detalle por semanas y creo que mi decisión de traerlo y entregarlo a la persona ideal fue la correcta.

— ¿Persona ideal?— frunció el ceño.

—Sí, ese cascanueces no es como otro y sé que lo cuidaras mucho— le respondió levantándose— Cassi, ¿Fui un buen tío para ti?—La pregunta le extraño, su tío Arthur no era tan expresivo, pero asintió energéticamente— regálame un abrazo entonces, sé que es extraño, pero me gustaría un abrazo tuyo.

Aun en estado de extrañes lo hizo, sus manos pasaron por la gruesa tela de su suéter tejido negro apresando su cintura con calor y cariño, su oído quedo cerca de su pecho escuchando los latidos de su corazón, la suave fragancia a madera lleno sus fosas nasales y sonrió, su tío olía a hogar y recuerdos. Se sintió cálida y feliz en cuanto sintió los brazos contrarios rodearla con el mismo cariño.

—Bueno— suspiro— es hora de irme, tu tía debe dormir porque serán días de largo trabajo.

—Me imagino, por favor cuídense mucho, lo veré el fin de semana tío.

Arthur se detuvo en la puerta antes de cerrarla, sus ojos detallaron a su sobrina y le sonrió cálidamente antes de asentir y cerrar.

Cassi despertó de manera sobresaltada al escuchar una puerta cerrarse, sus ojos aun tratando de acostumbrarse a la oscuridad de su cuarto no notaban nada, estiro su brazo para dar con la lámpara de noche encendiéndola apenas toco el interruptor, su cuarto estaba frío y la ventana estaba un tanto abierta dejando que la fría noche se colara y moviera sus cortinas traslucidas. Sus pies tocaron las pantuflas y como pudo cerro su ventana dejando escapar un bostezo, dirigiéndose nuevamente para conciliar el sueño noto algo en particular, recordaba haberse quedado dormida y su cascanueces estaba a un lado, pero ya este no se encontraba. Busco entre las almohadas, el piso y debajo de la cama pero no lo encontró entonces, recordó; la puerta que escucho.

—Si tomo nuevamente mi cascanueces tomare sus cosas y las lanzare al lago más cercano— gruño poniéndose su suéter y entro a la habitación de su hermano, pero este dormía plácidamente con la boca abierta, sus ojos buscaron alrededor pero no notaron nada. Salió al pasillo notando que las luces de la sala de estar estaban encendidas, bajo las escaleras en silencio con el ceño fruncido y, ahí en ese instante noto algo— ¿Cómo llegaste aquí?— susurro.

El pequeño cascanueces estaba en el sofá, sentado con su rostro girado a la puerta de casa que se encontraba totalmente abierta, el frío y la nieve entraban por esta, aun con su ceño más fruncido noto algunas marcas de huellas que llegaban hasta el lugar donde estaba su amigo, asustada corrió y cerro con llave, su vista viajo de izquierda a derecha tratando de conseguir indicios de alguien dentro, pero todo estaba en orden, lo único fuera de lugar era el cascanueces.

— ¿Hola?— susurro asustada— si eres tu idiota le diré a mis padres.

Pero, nuevamente nadie respondió y tampoco había alguien más que pudiese hacerlo pues, estaba sola en la planta baja.

—Estaré loca— murmuro llegando hasta el sofá y tomando entre sus manos a su muñeco de madera—, mejor subiremos a descansar... ¿Pensaran que estoy más loca si hablo contigo de esta manera?— ladeo la cabeza comenzando a caminar hacia las escaleras— posiblemente, pero querido amigo debo contarte sobre mí, no tengo muchos amigos y mis padres no me comprenden... mi hermano tiende a maltratarme con palabras, la única que me quiere de verdad es mi tía, ah, y mi tío Arthur a quien agradezco por traerte.

Entro a su habitación cerrando con llave, no quería llevarse más sorpresas, en la mañana comentaría a sus padres lo descuidados que eran al dejar la puerta principal abierta. El cascanueces fue dejado en la silla cercana a su cama, lo miro un par de veces antes de sentarse en la orilla de esta y deshacerse de su suéter.

—Creo que debería descansar, esta noche es muy larga— bostezo alzando los brazos y cerrando los ojos— te quedaras ahí, no dormirás en mi cama. — lo señalo con el dedo y luego sonrió negando, creyó estar perdiendo la cabeza, tal vez sus turnos en la cafetería eran demasiados largos y la soledad le afectaba.

— ¿Por qué no puedo dormir contigo?

Entonces se detuvo, porque antes de ver todo completamente negro juro ver una figura masculina de piernas cruzadas en su silla, mirándole fijamente mientras hablaba. 

 

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El Cascanueces©Where stories live. Discover now