Capítulo 33: La casa del mal.

43.3K 3K 238
                                    

Capítulo 33: La casa del mal.

DAYAN

No había nada. Mis ojos no veían nada, solo una cara amiga durmiendo en el suelo. Sabía que debía sentirme mal, pero un terrible dolor en el pecho me tenía completamente inconsciente, no parecía estar herido, pero aún así sentía una punzada penetrante que me dejaba en este estado. Era como si el dolor hubiese paralizado cada punto de mi cuerpo, apenas era capaz de respirar y me sentía incapaz de hacerlo. Cada palpitación de mi corazón, incrementaba ese dolor, como si mi cuerpo me riñera por permitir esto, era yo el que debía estar así y no él.

La culpa, la tristeza, el dolor, la pena,… todo gritaba en mi interior y se pegaba por ganar el primer puesto entre mis emociones. Y a pesar de esa agitación, seguía sintiéndome inmóvil.

Podían haber pasado minutos, horas, días, semanas,…es posible que ni esté en el campo de batalla, o que me hubiesen dado por muerto. Yo solo veía esa cara del que una vez fue mi amigo y que ahora era un héroe, alguien que había dado su vida por salvar lo que yo más amaba.

Y como si fuese casualidad, justo cuando pensaba en ella, escuché su voz entre mi silencio eterno. Ella me necesitaba.

ADALIA

Aún tenía que dar las gracias. La caída había sido muy dolorosa, pero al menos mi conciencia había estado despierta todo el tiempo. ¿Y qué por qué eso es bueno? Pues porque al no perder la conciencia, no perdía mi escudo que me protegía de morir calcinada en mis propias llamas. Así que sí, doy gracias.

El escudo no parecía perder fuerzas, pero el dolor que sentía en cada parte de mi cuerpo, me hacía desconcentrarme y en ocasiones, notaba el calor excesivo que me recordaba el infierno en el que estaba. Lo peor era saber que lo había creado yo, que si moría calcinada, sería a causa de mi estúpida idea del dragón.

Que llegase a sentir, me había roto el tobillo derecho y sentía un punzante dolor en el costado, señal de que alguna de mis costillas también estaba rota. Pero a pesar de todo, mi mente prefería ese dolor que al dolor de la cura que sufriré cuando mis hermanos me toquen.

Intenté pensar en otra cosa, necesitaba ocupar mi mente para que esta no pensara en ese futuro dolor. Lo primero que vino a mi mente fue aquella sombra de pelo negro, había llegado a verla, incluso la había visto rodeada de llamas, pero algo en mi interior me decía que había conseguido escapar. Recuerdo como mi madre siempre decía “bicho malo nunca muere”, y este era un bicho muy malo.

Otra cosa que pasó por mi mente era Isa, de acuerdo que el plan era una locura, pero algo muy malo debía haber pasado para que ella me soltara. Lo último que había oído era el nombre de Alan ¿le habría pasado algo? Y de repente mi mente pensó en lo peor, no era algo que yo quisiera pensar, pero ¿y si le había pasado algo malo de verdad? ¿y si estaba…?

“¡Basta Adalia! Piensa en cómo vas a salir de aquí – me dije a mi misma.”

Estaba claro que iba a tener que moverme, pero cada vez que lo hacía, el costado parecía perforarme por dentro y dudaba que consiguiera apoyarme en los dos pies. Aunque una cosa estaba muy clara, no podía seguir aquí, jugando con mi auto-control e intentando no arder viva.

Probé por el arrastre, intentando resbalar por el costado bueno y haciendo fuerza con ese mismo brazo. Pero cuando llevaba unos cuantos metros, la mano que tenía estirada para coger impulso, chocó contra un objeto blanco y caliente. Dude en mirar para saber lo que era, pero en cuanto lo dije, solté un grito ahogado mientras decía:

- ¡Mierda! ¿Pero qué…? – era un cadáver, uno al que había calcinado y que ahora era solo una masa negra y con forma de hombre.

Tuve que pensar en otra cosa para no vomitar, pero en mi mente solo estaba la visión calcinada de lo que una vez fue un hombre. Vale que quizás fuera un mal hombre, uno que dedicaba su vida a sembrar el mal, pero había sido yo la que había acabado con su vida.

Saga Elementos IV: Destino de GuerraWhere stories live. Discover now