Capítulo 24: Las coincidencias no existen.

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Capítulo 24: Las coincidencias no existen.

BILLIE   (Tres días antes, en Minnesota)

Me sentía un estúpido en todos los sentidos. ¿Cómo había podido pensar que Alexa me trataría diferente? ¿Acaso no conocía ya su reputación antes de hacer este viaje con ella?

Salí de la habitación del motel dando un portazo a mi espalda, no quería volver a verla, no solo me había humillado delante de Jhona, la había visto liarse con él y para colmo, me había dejado bien claro que yo no era más importante para ella de lo que lo era cualquier otro.

Entré en la habitación donde estaba el resto de su “ejército” y todos comprendieron que no era el mejor momento para preguntarme que me pasaba, aunque dudaba enormemente que a alguno le importase de verdad.

A pesar de que tenían la televisión encendida, nadie la prestaba atención y todos estaban enfrascados en una partida de poker a la que me negué a participar.

Cogí el mando a distancia y empecé a pasar todos los canales sin pararme en ninguno en concreto, solo estaba frustrado y deseaba ir a la habitación de alado y pegarla hasta que ni su propia madre la reconociera, o mejor aún, torturarla y hacerla desear la muerte.

“¡Oh mierda Billie! Sabes que en el fondo no es eso lo que quieres. Quieres entrar ahí y hacerla todas clase de cosas perversas que puedan pasar por tu mente. – me dije a mí mismo”

“- Tras casi tres semanas de búsqueda, - empezó a decir la presentadora de un programa de noticias veinticuatro horas - el ejecutivo Cristián Handel, desaparecido en las montañas Tridam, ha aparecido desnutrido y con claros síntomas de locura en la ciudad de Vancouver, al sur oeste de Canadá. Nadie sabe cómo ha podido llegar hasta allí y cuando se le pregunta por la localización de su amigo Michael Martín, lo que dice es esto:

-          Llamas negras, ceniza... – decía un hombre con la mirada desenfocada y muy asustado.

-          ¿Qué es lo que vio exactamente? – le pregunta el entrevistador, atónito tras las palabras del desaparecido.

-          NO LO SÉ. – gritó aquel hombre asustado. – El aire no era aire. El fuego no era fuego. El agua… - y no fue capaz de seguir, cayó desplomado al suelo.

 

- Bien, pues ya lo vieron. – volvió a decir la presentadora del programa. – Esperemos que el señor Handel se recupere pronto y pueda decir el paradero de su amigo, su familia se lo agradecerá. Y pasando a otras noticias, …”

Apagué la televisión, ¿fuego que no era fuego, aire que no era aire? Mi cabeza no paraba de repetir esas palabras una y otra vez. Quizás le estuviera dando demasiada importancia a las palabras de un loco, pero ¿y si era una pista? Los elementos se activaron hace casi tres semanas, ¿y si estaba relacionado? ¿y si lo que sea que vio ese hombre, me daba una idea de que debía buscar? Había que comprobarlo al menos, no estaba seguro de que opinaría Alexa de esto, pero yo al menos debía ir.

Entonces se me ocurrió. Esto era por lo que había venido, para ayudar a buscar el mejor camino a la victoria, debía abandonar a Alexa e ir tras la búsqueda de aquél loco. Pero ella no debía saber nada, si acababa confiando en que yo encontrase algo y luego no era así, perderíamos esta guerra. Nuestros caminos deben separarse por el bien de nuestra especie, ella debe ir a lidiar con su ejército y con la secuestrada, y yo debo encontrar la solución para vender a los elementos.

Me levanté de un salto y me quedé mirando al club de imbéciles que protegían a Alexa, ellos no podían saber nada de mi plan tampoco y eso era un problema, este ejército ya había matado a más sombras antes por huir y desde luego que verían esto como una huida.

Saga Elementos IV: Destino de GuerraWhere stories live. Discover now