Tyler III

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Cuando Tyler despertó en un sitio que no reconocía, supo que algo no estaba bien.

Todas las cosas malas en su vida comenzaban de aquella manera. Primero, despertó esposado en una cueva para descubrir que una maniática profesora adoradora de un peregrino zombie lo había secuestrado. Luego, despertó múltiples veces en el bosque, desnudo y cubierto de sangre, lo cual no podía indicar que algo bueno estuviera pasando. Y la más reciente, su segundo secuestro y tortura por la chica que le gustaba.

Así que sí, tal vez había desarrollado algún trauma, pero despertar en un lugar desconocido ponía sus niveles de ansiedad a mil.

Por otro lado, debía admitir que aquel lugar era una mejora considerable con el resto de sitios donde había aparecido. No era una cueva, no era el suelo del bosque, ni estaba encadenado de ninguna manera. Se encontraba en una enorme cama, muy cómoda que destilaba un suave olor a lavanda, como si la acabaran de lavar y las almohadas parecían derretirse bajo el peso de su cabeza.

Se incorporó lentamente e inspeccionó el lugar.

El cuarto era amplio y muy ordenado. Una alfombra gris cubría todo el suelo y frente a la cama, en lugar de haber una pared normal, había un ventanal cubierto por una pesada cortina. Tyler se asomó y descubrió una arrebatadora vista a los bosques nublados de Jericó.

Tomó el móvil que estaba en la mesa de noche (que no era el suyo) y se sorprendió cuando el dispositivo reconoció su huella dactilar.

– Okey... todavía no es momento de entrar en pánico – se dijo a sí mismo.

Buscó la ubicación actual y se dio cuenta que estaba en el extremo opuesto a Nunca Más. Lucas vivía cerca, podría conseguir ayuda.

Abrió la puerta con sumo cuidado y sintió un escalofrío cuando sus pies descalzos tocaron el piso del frío pasillo.

La casa era enorme y silenciosa. Bajó las escaleras y casi sonrió cuando miró la puerta de salida al otro extremo, pero antes de poder correr hasta ahí como si su vida dependiera de ello; su padre salió de uno de los pasillos laterales.

– ¿Ty?

–¿Papá?

Tyler no sabía que le asombraba más: encontrarse a su padre ahí o verlo vestido con un elegante traje y no su usual uniforme. Donovan Galpin no tenía una vida secreta, Tyler lo había espiado lo suficiente para estar seguro de que así era, sin embargo ahí estaba él, con su costoso traje a la medida, perfectamente peinado y hasta parecía que tenía más cabello.

– Te juró que no he hecho nada.

– Y si sigues así llegarás tarde a clases. Tu permiso expiró ayer, debes regresar hoy a la escuela. –hizo una breve pausa y lo señaló como usualmente lo hacía. – Sin excusas y sin problemas.

Su padre le inspeccionó el rostro y luego se marchó con una mueca bastante molesta. Antes de que pudiera asimilar las palabras de su papá, una señora bastante mayor apareció frente a él.

– Tyler –le dijo con una voz casi maternal – El desayuno está listo, comerás aquí o en tu habitación.

Al final, parecía que Tyler había elegido mal. En lugar del comedor o su habitación, Tyler se quedó en un desayunador que estaba en la cocina y por la cara de la señora y de otra mujer que estaba ahí, aquello no era lo normal.

Tyler observó el plato de frutas que le había servido y echó en falta los huevos revueltos y tocino que solía comer. No pudo con la mirada de las dos mujeres y dejó la mitad de su plato antes de regresar a la habitación en la que había salido.

Tyler se encerró en el baño y miró su reflejo. Su labio estaba inflamado y su pómulo tenía un feo color morado. Casi le dio gusto verse así. Aquellos golpes querían decir que no había sido un bizarro sueño. Había tenido una cita con Merlina, hasta que Xavier la arruinó y luego habían discutido en la habitación. Tyler se había marchado y estuvo horas caminando en el bosque, hasta que regresó y encontró a Xavier dormido. Era lo último que recordaba.

Entonces, ¿qué estaba pasando?

Se baño rápidamente, sintiendo que en cualquier momento alguien notaria que no debía estar ahí y lo correrían a la calle, pero los minutos pasaban y nadie se asomaba por la puerta. Cuando abrió el armario, encontró el uniforme de Nunca Más y muchas prendas de su talla. Metió varias a una mochila y tomó el móvil y las llaves de su carro. Al menos el llavero lo reconocía como suyo.

Cuando salió, el auto que estaba estacionado no se parecía en nada al suyo. Pero aquella tampoco era su casa, ni su ropa, así que se encogió de hombros y se subió al hermoso auto negro que esperaba por él.

Al menos en Nunca Más todo parecía normal. Normal para excluidos, por supuesto. En el patio, Enid estaba sentada en una mesa inmersa en su teléfono celular, como siempre. Tyler sonrió y fue directamente hacia ella.

–¡Holi, Ty!

Bueno, aquello no era muy normal, pero Tyler decidió no darle importancia.

– Necesito ver a Merlina, es urgente.

Enid alzó sus cejas, confundida.

– Merlina – dijo con apuro. – Pequeña, pálida como un muerto, decapitadora de barbies. –Enid seguía sin decir una palabra – ¿Tu roomie?

– ¡Oh! Aún no llega.

Claro, pensó Tyler, tendría que haber pasado por el Veleta primero. Esperaba poder encontrarla antes de que las clases empezaran.

–Cuando llegue, ¿podrías avisarme?

– ¿La conoces? –preguntó Enid alzando una ceja como la reina del chisme que era.

– Por supuesto.

Tyler salió al estacionamiento, miró su auto, el auto, y decidió caminar. Un pequeño golpe y  sus escuetos ahorros desaparecerían.

Cuidado con lo que deseas #WylerDove le storie prendono vita. Scoprilo ora