Merlina III

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El viernes había llegado y el entusiasmo de Enid era enfermizo.

De alguna manera se había enterado de la apuesta (seguramente, Galpin había vuelto a usarla como diario personal) y aunque Merlina había amenazado en decapitar a todos sus unicornios para que no escribiera de eso en su blog, la amenaza no había sido lo suficiente para silenciarla con ese tema.

— ¿Y si te dejas el cabello suelto?

— ¡No! — respondió, apretando aun más sus trenzas.

— Pero tengo que escoger tu outfit, cuando te vea morirá de un infarto.

Enid abrió el armario de Merlina de par en par y su sonrisa se congeló en una mueca forzada.

— Dudo que tu plan funcione. —respondió Merlina sin moverse de su tocador — Además, no planeo cambiar mi ropa solo porque estoy obligada a compartir tiempo con él.

— ¿Pero esa no es ropa para una cita?

Merlina miró sus prendas. Su suéter extra grande que llegaba hasta sus rodillas y lo sintió bastante apropiado para fugarse.

— Siempre puede cancelar.

Y por un momento, Merlina creyó que lo haría.

Cuando bajaron al parqueo, no lo encontró por ningún lugar y casi empezaba a sentirse aliviada cuando los buses de Nunca Más pusieron rumbó a Jericó. Tal ves se habia enfermado, o se le habia olvidado,...

Pero en cuanto se bajó del autobús, lo miró parado frente a ella con una insufrible sonrisa en su rostro.

Enid lanzó un chillido de emoción y Merlina rodó sus ojos.

— Acabemos con esto —murmuró, avanzando hacia los puesto.

— No es por ahí — la detuvo Tyler. — Ven.

Avanzaron entre los carros hasta llegar al de él. Merlina cerró su mano en la navaja suiza que llevaba en el bolsillo. Sin embargo, Tyler sacó una flor de su auto y se la tendió.

Merlina no pudo ocultar su sorpresa ante el extraordinario espécimen de una Dalia Negra. Su color parecía atrapar toda la luz que la tocaba, su textura era aterciopelada.

— La robe del invernadero — confesó él y por primera vez en la noche, los ojos de Merlina se clavaron en los del chico y fue ahí que Merlina notó que debajo de toda la empalagosa dulzura había una chispa de oscuridad.

— Thornhill enloquecerá. Gracias.

Y sus palabras fueron sinceras. Merlina no necesitaba conocer mucho a la maestra para saber lo dedicada que era a sus plantas y para poder robarle uno de sus tesoros, se necesitaba cierta osadía y perspicacia que creía carentes en Tyler.

— Si quieres podemos regresar a la feria, pero algo me dice que no te impresionare ganando un oso de peluche.

— ¿La cita no será aqui?

Tyler negó con su cabeza.

— Te traeré de regreso en el momento que quieras.

Una alarma se encendió en la cabeza de Merlina. No conocía Jericó ni conocía a ese chico. Subir al auto la podría convertir en la típica victima de un asesino serial, pero no creía tener tanta suerte.

Resignada, se sentó junto a Tyler y la sonrisa del chico crecía a cada instante. Se alejó de la parte más concurrida de Jericó y se estacionó frente al cementerio.

— La mayoría de los policías están en la feria — explicó, mientras sacaba un clip e intentaba forzar el candado. — No nos molestaran hoy.

El portón se abrió con un chirrido y él le indicó que pasara con un gesto galante. Merlina lo miró de arriba a abajo, reconsiderando la primera impresión que Tyler le habia dado. No habia transcurrido ni siquiera media hora cuando ya habia cometido dos crímenes en su honor.

Cuidado con lo que deseas #WylerWhere stories live. Discover now