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En lo que parece un intento desesperado por estar aún más pegados mientras nos besamos, JungKook me coge con una mano por la nuca. Siento cómo toda su ira y su frustración se transforman en deseo y en cariño. Su boca está hambrienta y sus besos son húmedos mientras camina hacia atrás sin separar nuestras bocas. Me lleva a donde quiere con una mano en la cadera y la otra en mi nuca, pero tropiezo con sus pies y trastabillo justo cuando sus piernas llegan al borde de la cama y ambos caemos sobre ella. Intento arrebatarle el control, me encaramo a su torso y me quito la sudadera y la camiseta al mismo tiempo.

JungKook tiene las manos calientes y toca con ellos mi pezones y los masajea sin miramientos. Lo cojo de las muñecas, le aparto las manos y meneo la cabeza. Él ladea la suya confuso. Entonces desciendo por su cuerpo y le desabrocho los pantalones. Me ayuda a que se los baje hasta la rodilla, junto con el bóxer. De inmediato mis dedos se cierran sobre su pene, él traga saliva y cuando lo miro compruebo que tiene los ojos cerrados. Empiezo a acariciarlo a lo largo muy despacio y, con mucho valor, me lo meto en la boca. Intento recordar las instrucciones que me dio la última vez y repetir las cosas que me dijo que le gustaron.

— Joder..., YoonGi —jadea al tiempo que hunde las manos en mi pelo.

Nunca había estado callado tanto tiempo durante ninguna de nuestras sesiones de sexo y, para mi asombro, echo de menos que me diga guarradas. Me recoloco sin dejar de chupárselo y acabo entre sus rodillas. Se incorpora y me observa.

— No sabes lo sexi que estás así, con mi polla en esa boca de sabelotodo que tienes —dice, y me agarra del pelo con más fuerza.

Siento cómo aumenta la temperatura entre mis piernas y empiezo a chupar más deprisa. Quiero oírlo gemir mi nombre. Trazo círculos con la lengua en la punta y levanta las caderas para metérmelo hasta la garganta.

Empiezan a llorarme los ojos y me cuesta respirar, pero oírlo pronunciar mi nombre una y otra vez hace que no sea tan terrible. Al cabo de pocos segundos, suelta mi pelo y me coge la cara para que deje de moverme. El aroma metálico de sus nudillos ensangrentados me inunda la nariz, pero no hago caso de mi instinto y no me aparto.

— Voy a correrme... —me dice—. Así que, si quieres... si quieres hacer algo más antes, deberías dejar de chupármela.

No quiero hablar, ni que sepa que me muero porque me haga el amor. Me levanto, me bajo los pantalones vaqueros y me los quito. Cuando empiezo a quitarme los bóxers, su mano me detiene.

— Quiero que te los dejes puestos... por ahora —ronronea. Asiento y trago saliva. La anticipación me consume—. Ven aquí.

Se quita la camiseta, se recoloca en el borde de la cama y me atrae hacia sí. Nuestro ferviente intercambio inicial pierde ímpetu, y la tensión y el enfado que había entre nosotros ha amainado. El pecho de JungKook sube y baja, y tiene la mirada salvaje. La sensación de estar sentado en su regazo, con él completamente desnudo y yo sólo con los bóxers puestos, es maravillosa. Me sujeta por la cintura con una mano que me mantiene en mi sitio mientras sus labios acarician los míos de nuevo.

— Te quiero —susurra en mi boca mientras sus dedos apartan mis bóxers a un lado—. Te... quiero...

La intrusión me produce un placer inmediato. Mueve los dedos despacio, demasiado despacio, y de manera instintiva meneo las caderas hacia adelante y hacia atrás para acelerar el ritmo.

— Eso es, nene... Joder... Siempre estás a punto para recibirme —dice con voz ronca, y yo continúo restregándome contra su mano.
Se me acelera la respiración y gimo con fuerza. Todavía me sorprende lo rápido que mi cuerpo le responde. Sabe justo lo que tiene que decirme y hacerme.

KOOKGI : DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora