O2. Cruel, pero no malo.

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Al bajar las escaleras Taeyong se tropezó con el Alfa de los Jeong: Minho de brazos cruzados y ceño fruncido le esperaba impaciente junto a su hermano menor.

—¿Dónde estabas? —preguntó furioso— Le prometiste ir a pasear. ¿Sabes hace cuánto tiempo te está esperando?

Lee sería sincero: —Lo siento. No conozco la mansión y me perdí unas cuantas veces. Terminé en el sótano y después en la cocina. —Se inclinó haciendo una reverencia. Le avergonzaba admitirlo, pero tuvo que pedir a una joven que lo condujera devuelta al salón principal.

—Es cierto, Alfa Jeong. Yo lo traje hasta acá —habló una sirvienta a sus espaldas.

—Creéle, hermano. Por favor —pidió Jaehyun.

Minho miró en los ojos suplicantes del menor. Haría lo necesario por su felicidad.

—Bien. Puedes ir con él, Jae. Pero cualquier cosa que suceda, no dudes en llamarme.

—¡Gracias! —Lo abrazó.

—De todos modos, JongIn está en turno.

—¿Quién? —preguntó Taeyong.

—Nadie.

—Vamos, Taeyong. —El rubio dio un salto hasta él. Entrelazó sus manos. Luego lo arrastró fuera de la mansión.

Lee quería soltarlo. No obstante, el perímetro de la residencia se encontraba rodeado de sirvientes atestiguando. Cualquier quejido de Jeong y sería linchado. Caminaron en el barro. Taeyong ensució sus costosos zapatos y maldijo no tener unas botas como las de su acompañante, quien plácido saltaba en los charcos.

—¿Podrías dejar de hacer eso? No tienes cinco años —reclamó. Por fin obtuvo valor y se deshizo de la mano ajena.

—Disculpa. Olvidé que no eres de por aquí, Alfa Lee. Pero ya verás lo hermosa que es la vida en el bosque. Entre la calma y...

—En tus sueños, Jeong. Cuando pasen los seis meses me largaré de aquí y no volverás a saber de mí.

—No digas eso, Taeyong.

—Es Alfa Lee para ti. Sólo dejo que me llames Taeyong cuando está el loco de tu hermano.

Jaehyun desvió la mirada. Prosiguió el sendero en un silencio triste. No comprendía por qué este Alfa era tan reacio a su afecto. Estaba enamorado ¿era eso malo? Sí, aún no se había presentado, pero no impedía que sus instintos actuaran y le condujeran hacia él.

Taeyong se agachó a contemplar una diminuta planta. Estaba cubierta por hielo de la nevada nocturna. Con sus dedos, la despejó y encontró una vívida flor morada. Era preciosa. Deseaba arrancarla y mostrársela a su madre. No obstante, se veía mejor en la naturaleza.

—No hay de estas en casa.

—¿De esas florecillas?

—No hay plantas. La ciudad es cemento puro.

—Oh. ¿Eso te gusta?

El mayor no respondió. Se puso de pie para buscar más de las plantas con la mirada. Al encontrar un sector poblado, cortó la que había hallado primero.

—Vi una de estas en una pintura que mamá tiene en su habitación. Se la llevaré cuando vuelva.

—Podemos hacerle un ramo. Estas crecen en todas partes. El jardín medicinal de mi hermano está lleno.

—¿En verdad?

—Sí. Te mostraré, Alfa.

—Gracias. —Sonrió. Tomó el brazo de Jeong y depositó la flor en su mano. —Ten. Esta es mi ofrenda de paz.

Road to heaven ࣪𓏲ּ ᥫ᭡ JaeyongWhere stories live. Discover now