13. El tiempo correcto de luto.

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No supe cómo llegué a casa. En algún punto, mientras corría lejos de Sunghoon, mi consciencia se apagó. Sin embargo, cuando desperté, alterado y desorientado, descubrí que sobre la mesa de la cocina había un par de hojas revueltas. Pero no eran hojas en blanco, dejadas ahí por mero azar. Era una carta de amor. Pensé que alguien se había colado dentro, pero mis sospechas se desvanecieron en el instante en que reconocí mi propia letra y el destinatario: Kang Sunghoon. Me quedé sin aliento. Rompí la carta en pedazos y la quemé en el jardín.

Fui al bar de Hyunwoo nada más terminé de limpiar las cenizas. Al bajar del auto, avisté la silueta de Youngho a través de la cristalera. De alguna manera, me alivió volver a verlo. Pero mentiría si no dijera que me inspiró algo de lástima cuando vi a Hyunwoo a su lado. Intenté imaginar qué clase de acuerdo tendrían para que su relación fuera funcional. Al entrar y anunciar mi presencia con la campanilla, llegué a la conclusión de que tal vez no existiera ningún acuerdo. Quizá solo uno de ellos soportara más cosas de las que debía. La mayoría de relaciones funcionaban así, independientemente de su orientación o su naturaleza.

Los dos sonrieron al verme. Les sonreí de vuelta. Me senté en uno de los bancos de la barra frente a Youngho, como ya era habitual, y pedí un tarro de cerveza y algo para comer. Hyunwoo se escabulló en la cocina nada más acabé de hablar. Cuando Youngho me entregó la cerveza espumosa, lo miré fijamente.

—¿Qué? —preguntó, extrañado.

—Es bueno verte de nuevo —dije antes de llevarme el tarro a los labios.

Advertí que Youngho formaría una mueca con la boca, pero de último minuto forzó una sonrisa.

—¿Está todo bien?

Youngho comenzó a limpiar la barra sin razón. No dijo una palabra. Supuse que no querría hablar de ello y me limité a escuchar la música de fondo. Minutos más tarde, Hyunwoo salió de la cocina con mi orden. La sirvió y cuando estaba a punto de sentarse a mi lado para hacerme compañía, recibió una llamada. Observó el nombre en la pantalla del celular y miró de reojo a Youngho.

—Disculpen —dijo antes de volver a la cocina.

Noté que Youngho me miraba con los labios apretados, como si estuviera a punto de tomar valor.

—¿Es por lo de su familia? —le pregunté sin más.

Youngho pareció sorprenderse.

—¿Cómo lo sabes?

—Conocí a su hermana ayer.

—Oh.

—¿Entonces?

Youngho se dispuso a limpiar con fruición unos tarros que ya estaban relucientes.

—Terminamos hace unos días.

Lo miré con los ojos bien abiertos. Youngho, por su parte, tenía los ojos clavados en la suciedad inexistente de los tarros.

—Pero regresamos en la madrugada —continuó—. Es la quinta vez que sucede.

—¿Por qué terminaron?

—No lo sé..., es decir, lo sé, pero es una tontería. —Suspiró. Se quedó en silencio hasta que acabó con el último tarro y lo devolvió a la repisa. Luego suspiró de nuevo—. Le pedí que nos mudaramos juntos, porque sería más fácil llegar al trabajo y porque, ya sabes, llevamos unos seis años juntos, me pareció justo tenernos cerca.

—Y él se negó.

—Ni siquiera lo pensó. —Youngho procedió a reacomodar unos frascos que ya se veían acomodados—. Y en parte lo entiendo. Su familia lo visita de sorpresa, en unos meses su hija vendrá de visita..., ¿sabes sobre ella?

ELLA YA NO ESTÁWhere stories live. Discover now