|Eobard Thawne.

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Episodio Treinta y Uno: Eobard Thawne.











































Con la idea de que no iba exactamente a tiempo al trabajo, mis pies caminaban apresurados por el piso del Departamento de Policía en el que trabajaba como forense.

Una de mis manos llevaba un café caliente recién comprado, mientras que la otra llevaba varios papeles en los que había trabajado toda la noche; en busca de la verdad.

La verdad sobre el sujeto de Tierra 2.

Y en ese momento, mis pensamientos estaban tan dispersos que me fue imposible darme cuenta de que alguien -cuya mente también estaba distraída- se encontraba caminando contra mi.

Solo sentí el choque, y mis reflejos fueron los que se encargaron de evitar que mis cosas se cayeran, pero la otra persona no corrió con la misma suerte. Escuché su grito y al instante suspiré.

Era Patty, en el suelo, tratando de reunir una carpeta color amarilla.

—Déjame ayudarte—. Le avisé antes de colocarme a su altura para comenzar a reunir esas hojas que lucían importantes.

—Gracias, pero no era necesario—. Sonrió algo tensa.

Me levanté cuando reuní todo, entregándole las hojas mientras ella se levantaba con una mueca en el rostro.

—Definitivamente no extrañaré chocar así contigo una vez que me vaya—. Soltó una risita nerviosa, y yo arrugué las cejas, dándole un sorbo a mi café.

—¿Una vez que te vayas?—. Repetí sus palabras, y su mirada pareció tornarse sombría.

—Barry no te lo dijo—. Pareció suponer, parpadeando antes de bajar el rostro, como si estuviese suponiendo. Luego lo levantó, observándome fijamente. —Me iré de Central City, me aceptaron en una Universidad de Ciencia Forense—. Evité mostrar mi sorpresa, dándole otro sorbo a la bebida caliente.

—Oh, pues entonces muchas felicidades. Parece que eso es lo que quieres—. Sonrió, una pequeña sonrisa con un brillo en sus ojos. Como una niña pequeña.

—Eres la primera que se alegra por mi—. Confesó en voz bajita, con las mejillas sonrojadas. —¿Puedo... darte un abrazo?—. Sus labios temblaron, y yo me mostré exageradamente confundida.

¿Sí sabía que no era Barry? Tenía que saberlo, no me parecía ni un poco a él.

—Ajá...—. Aclaré mi garganta algo incómoda, pero aún así abrí mis brazos y ella se acercó, ocultando su rostro entre mi hombro y cuello.

—Te voy a extrañar, Leah—. Confesó, soltando un suspiro, y yo le di un par de golpecitos en la espalda.

—Vamos, chica. Anímate. Estudiarás lo que siempre quisiste—. Traté de animarla.




























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Me crucé de brazos, observando de lejos al hombre que se encontraba tirado en el suelo en una de las habitaciones de la Tubería.

Leah. | Caitlin Snow. | 1. | En Proceso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora