11.- Magia

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

11.- Magia

El despertador sonó, Luka lo apagó y se levantó adormilado. Marinette seguía durmiendo en su cama sobre el armario.

Después de la cena le había explicado que tenía que ir a clase, que eso suponía estar fuera durante horas. Su carita se transformó en una mueca de pánico que hizo que su corazón se contrajera. Trató de explicarle que no pasaba nada, que volvería por la tarde después del ensayo en el conservatorio y que pasarían el resto del tiempo juntos, pero a ella la idea pareció horrorizarla, así que, Luka, le ofreció acompañarle siempre que se quedase en su mochila y no hiciese ruido. Ella había aceptado al instante prometiendo levantarse puntual y no hacer nada para que la pudieran descubrir.

—Pequeña dormilona —susurró divertido.

No le preocupaba demasiado que siguiera dormida, al fin y al cabo, sólo necesitaba chasquear los dedos para cambiar su ropa.

Se dio una ducha rápida antes de que Juleka acaparase el baño y desayunó charlando con su madre. Se aseguró de guardarse algo de comida en el bolsillo para que Marinette no pasase hambre.

La despertó. Le ofreció un poco de zumo de piña que había podido robar sin que lo notasen y preparó las últimas cosas mientras ella desayunaba. Guardó la pareja del calcetín que usaba como colchón, en clase no hacía frío, pero quería asegurarse de que pudiera acurrucarse en algún lado si lo necesitaba. También guardó galletas que se aseguró de partir en trozos que pudieran resultarle cómodos de sostener para comerlos.

Llegada la hora, Marinette, se metió en el interior de la mochila, él se aseguró de dejar un pequeño espacio abierto para que pudiera ver el exterior y le entrase luz. Montó en bici y recorrió las pocas calles que le separaban de su instituto. Saludó a sus compañeros y entró en clase. Abrió la mochila para sacar un par de libros, el estuche y una libreta, aprovechó para susurrarle que se portase bien y ella respondió asintiendo alegre.

Marinette no sabía muy bien en que consistía eso de las clases, pero pronto averiguó que era un poco como sentarse a escuchar las historias del Árbol de Vida, el profesor hablaba sin parar explicando cosas que ella no entendía. Se aburría, tendría que haberle pedido a Luka que le dejase algo de tela e hilos con lo que jugar mientras él atendía en clase. Lo haría la próxima vez.

Se asomó con cuidado por el espacio abierto de la cremallera. Podía ver a algunos de los compañeros de clase de Luka. Había una chica muy guapa con un bonito vestido de algodón granate y el pelo castaño perfectamente recogido en una coleta alta, contuvo las ganas de volar hasta a ella para poder ver aquel precioso vestido más de cerca, analizar sus costuras y acabados porque no quería que Luka tuviera problemas a causa de ella. Desvió la mirada hacia el chico que le quedaba más cerca y casi se desmaya. Aquello estaba mal. ¡Era horrible! ¡Un crimen! Llevaba un pantalón de cuadros escoceses rojos y negros con una camisa a rayas marrones y blancas. No, no. Ella, un hada del tejido, no podía permitir aquel crimen contra la moda. Seguro que alguien le había atacado por el camino y había cambiado su hermosa ropa por aquel espanto sin sentido. Sí, por supuesto, porque el mundo de los humanos podía ser peligroso, ya lo decía el Árbol de la Vida.

Marinette sacó las manitas por la abertura de la cremallera y las meció tejiendo con cuidado algo con lo que aquel pobre chico, víctima de un cruel hechizo, pudiese estar cómodo y recuperase su brillo y belleza. La magia fluyó desde la punta de sus dedos y rodeó al compañero de Luka, el tejido se transformó con fluidez en una camisa lisa de color gris y unos pantalones de pinza azules. Orgullosa observó su obra y mordisqueó un trozo de galleta para recuperar energía, nada mejor que el trabajo bien hecho.

—Pero, ¿qué...?

El chico se levantó de golpe haciendo que la silla cayera al suelo. Marinette, asustada, se escondió en el interior de la mochila y contuvo la respiración.

—Señor Lecuyer, si la clase no le interesa puede ir a visitar al director en su despacho.

—Pero, yo, esto...

—Ahora, señor Lecuyer.

Luka se sintió mal por él. Aunque nadie solía fijarse mucho en Théo era evidente que esa ropa no era la misma que llevaba al entrar. Quería decirle a Marinette que lo que había hecho estaba mal, pero no podía hacerlo, tenía que esperar al descanso. Théo no merecía el castigo al que iba a enfrentarse porque una pequeña hada no supiese contener sus ganas de arreglar la ropa de todo el mundo.

Tomó la mochila con algo de brusquedad cuando sonó el timbre anunciando el descanso, esquivó la cafetería y salió al patio, buscó un rincón tranquilo y se sentó en el muro apoyando la espalda contra la valla verde. Abrió la cremallera, Marinette estaba al fondo abrazada a un trozo de galleta, le sonrió alegre. Sintió que flaqueaba. Cada vez que Marinette le miraba con aquellos ojitos brillantes y le sonreía sentía que el mundo se tambaleaba bajo sus pies y se le aceleraba el corazón.

—¿Ya nos vamos a casa?

—No, Marinette —musitó, se obligó a sí mismo a mantener un tono firme—. Has sido tú, ¿verdad? —Era una pregunta estúpida, sabía que había sido ella. Marinette ladeó la cabecita y le miró confusa—. Has cambiado la ropa de Théo.

—¡Sí! ¿A que lo he hecho bien?

—No, no está bien, Marinette.

—Pero... ¿por qué no? Alguien le había hecho algo terrible, le habían puesto una ropa muy fea, nadie merece que le hagan eso.

Luka suspiró.

—Nadie le había hecho nada, esa es su forma de vestir.

—¿Qué? ¿Quién querría vestirse así de mal?

—Marinette, esto es como los agujeros en la ropa. ¿Recuerdas que hablamos de ello?

»Entiendo que su ropa no te gusta, que no combina y que seguramente es la peor elección que alguien puede hacer, pero él se siente cómodo así y eso es lo único que importa. ¿Lo entiendes?

—No. No lo entiendo. —Se la veía decepcionada, cualquier rastro de orgullo desapareció de sus ojos azules, Luka acarició su cabeza con la punta del dedo—. Yo sólo quería ayudarle.

—Lo sé y lo entiendo. Aquí las cosas no son como en el mundo de las hadas, los humanos no usamos la magia. Théo se ha asustado mucho con lo que has hecho y le han castigado por ello.

—Lo siento.

Marinette regresó al fondo de la mochila y se ocultó en el interior del calcetín de colores que Luka había metido dentro por si le daba frío.

Él también lo sentía, no quería que se sintiera mal, pero necesitaba que comprendiera que jugar así con la ropa de la gente podía ser problemático, no sólo para la persona a la que dirigiera su magia, también podía serlo para ella, se arriesgaba a que la descubrieran.

—Marinette, ¿estás bien?

—Sí, sólo tengo sueño.

Pero no sonaba bien. Hablaría con ella en casa cuando no tuviera que esconderse en un rincón y hablar con la mochila.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Marinette sin poder reprimir la necesidad de ponerle ropa bonita a la gente y causando problemas sin pretenderlo. ¿La pequeña regañina tendrá consecuencias?


Fictober 2023 - El hada y su humanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora