VI

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En esta época de su vida, Rhys solo busca descansar y relajarse. Eso no involucra pensar desde la mañana a la noche en una mujer a la que ni siquiera le vio la cara entre la penumbra; por eso, hizo lo que cualquier hombre como él haría: durante catorce infernales días en la taberna, escuchando las nuevas quejas que Cauri traía cada día para desquitarse y las figuritas novedosas que adquiría, evitó a toda costa la tienda de Rumi. Estuvo tan concentrado en fingir que todo estaba bien, que inclusive cumplió con todas las reglas durante dos semanas y se abstuvo de cualquier comentario irónico a su amigo hechicero. Se empezó a preguntar si estaría enfermo.

-Menudo capricho, Rhys -dice Madame Lefitray, mientras él, por lo bajo, se queja de lo estúpidamente complicados que son los nombres en esta ciudad-. Está más claro que el cristal. La intriga que tienes por esa muchacha, por lo peculiar de la situación, es algo que enturbia tu monótona vida.

Si Rhys viviera un milenio más, se diría por allí que Madame Lefitray es parecida a una psicóloga para él. La anciana atiende en esta tienda de tejidos, abarrotada y vieja, y mientras hace su trabajo, escucha lo que él tenga que contarle, aunque sea una queja por haber recibido una moneda menos de pago (pero cuando le dan una más se lo calla).

-¿Monótona vida? Si me río todos los días. Me dijo usted que eso me haría feliz.

-Reírte con ganas, Rhys. -La señora le entrega una mirada que le hace sentir como un niño pequeño reprendido, que no entendió la orden-. No seas imbécil, no vas a carcajear cuando un amigo esté contándote una desgracia, ¿no es así?

-Pero no me trate así... Por supuesto que me río con ganas, pero ese no es el punto. ¡Mi vida no es monótona! Trabajo mis turnos en la taberna..., almuerzo..., hablo con Cauri (a veces) y...

-¿Lo ves, querido? Eres un imbécil con una vida monótona. Reír puede salvarte..., un poco..., pero lo que debes hacer es buscar nuevas aventuras. -Lefitray suelta un improperio que Rhys jamás había escuchado cuando la lana colorada se le acaba-. Bueno, bien veo que tienes dos opciones: o sigues siendo un desgraciado infantil que ríe por todo, o te haces un alma afortunada.

Solo cuando está junto a ella, Rhys se pregunta por qué está escuchando a esta vieja que lo único que hace es darle consejos que no parece seguir. «Es decir, ¡es ella la que está tejiendo desde mediodía a medianoche! ¿Con qué cara me aconseja?» Pero, cuando sale de la tienda reflexionando sobre las palabras de la anciana, siempre encuentra en ellas algo mucho más valioso de lo que aparentaba cuando lo escuchó por primera vez. Esta no es la excepción: sale cabizbajo, cuestionándose si debería quitar esa intriga que siente por esa mujer, «matar la curiosidad», «resolver el misterio», y eso lo haría buscándola.

Aunque, seamos sinceros, seguro que se arrepentirá una vez la conozca.

Va de camino hacia la taberna, hora antes de que empiece su turno. Es verdad, que si su vida fuese interesante, estaría haciendo con estos minutos algo más divertido que recorrer las calles hasta su trabajo; aunque, también es verdad, que para eso tendría que ganar un sueldo mucho más alto. Es una lástima que Cauri sea tan reacio a decirle de qué trabaja, porque de ese modo podría hacer como él y ser un vago feliz. Aunque puede que él haga cuestiones mágicas en sus tareas normales...

Rhys abre la puerta del bar con ánimos sin renovar, azuzándose la chaqueta para que esta baje por sus hombros. En el instante en que echa un vistazo al ambiente siempre recatado de la taberna en los turnos de su igual, se pasma encontrándose con el festejo incontrolado de un grupo exótico y desigual: una mujer alta y corpulenta que parece una pirata conservadora, el joven de anteojos dorados acoplados al tabique de su nariz, y otros tripulantes que más bien tienen la suerte de llevar ropajes abrigados. Detrás de la escena bochornosa en la que una de sus acompañantes desvía un gesto obsceno a la mesa contraria, están algunos marineros del rey, el conjunto de guerreros que se atiende a estas horas y un par de amigos comunes en sus rigurosas reuniones en la misma mesa, mismos puestos e iguales pedidos.

La Leyenda del Fénix de AshwethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora