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Detrás de las montañas se alza un campamento, que disminuye sus luces al son del atardecer. Ya de noche, está imbuido de un silencio tenso, que es acompañada por la única llama que hace visible un largo mapa, trazado de distintas rutas, muchas descartadas por la complejidad de sus obstáculos, y ciertos puestos de guardias enemigos. Frente a él, al tronco envejecido utilizado de mesa, está una mujer alta y de mirada gélida, arremangada de manos y concentrada en el trabajo de buscar un recorrido fiable.

     Se desliza la tela de la tienda de campaña con facilidad innata, dejando entrar a un hombre de melena esclarecida y piernas moderadas, que avanza con inquietud hacia la figura de su esposa. El miedo en el ambiente crece con cada segundo que sus bocas no son capaz de articular palabra alguna, sometidas a la ilusión de una impostación ennegrecida.

     —Deberías dormir.

     —Tendremos que irnos en unas horas, en la madrugada —dice ella, apresurada—. No podemos perder más tiempo. Nos encontrarán mañana por el idiota que filtró nuestra ubicación. Debo hallar una ruta nueva antes de que eso suceda, pero... no se puede. ¡Han cubierto todo! Sería un suicidio aventurarse por la Montaña de Annegret; sabes, cómo no, que los vástagos de Nebel se la han tomado hace unas semanas. ¿Qué nos queda?

     —El océano. Podemos ir por allí. La tierra puede no ser siempre nuestra aliada, pero con un comunicado al rey podríamos asegurarnos un escape en navío. Habría que ocultarnos por un tiempo hasta que llegue su respuesta.

     Otra vez ese maldito silencio. Ambos detestan cuando surge esa discordancia entre sus palabras y sus sentimientos: hablar como si la solución estuviera al frente, cuando está lejos de existir; preocuparse por un conflicto minúsculo, cuando hay uno más grande. Después de todo, han llevado la verdad demasiado lejos.

     —No podemos —replica la voz femenina, corrigiendo su postura—. El Tiempo del Fénix se acerca y la guerra nos está quitando el control de la situación. Debemos estar en Ciprina, en Ashweth, antes del Día del Renacer de la Muerte. Los guerreros están cansados y el apoyo del rey no es seguro. ¿Cómo podríamos...?

     —Aquel día es movible, querida. El Día del Renacer de la Muerte. Dios mío, Obelia, qué barbaridades recuperas de los tiempos de antaño. ¿No ves que confío en que estaré allí para cuando suceda? De ese modo, podremos evitar que Ciro sufra el mismo destino que tuvo hace siglos.

     Ambos entrecierran los ojos evocando una memoria pasada, algo turbada y poco nítida, que se entremezcla el presente y el pasado en una misma vida culposa. Les hace daño revivir el miedo de Ciro que, aunque no en todas las vidas, ha vuelto a ser su hijo en esta. La sangre, el fuego..., el tormento que propició...

     —Deberíamos decirle, Pallas. Él ha estado tras esa leyenda porque el destino ha puesto esta vida como la última que tenemos todos para zanjar este enredo. No podemos esperar que se destroce para encontrar respuestas. Temo que... lleguemos tarde, querido.

     —No lo haremos. Cuidaré a Ciro como pueda, bien lo sabes. Él podría llegar a ser la clave para que esto se solucione de la mejor forma posible.

     Obelia, después de un segundo de pausa, vuelve hacia el mapa echándole un vistazo adolorido. Está pensando en su hijo, en los dos. Sabe que Pallas sufre igual o aún más dolor al estar lejos de ellos, sin embargo, comprende que debe ser fuerte, incluso en sus pensamientos, para engañarse a sí misma y borrar esa ansiedad que tiene presente cada segundo desde que partió hacia esta inútil guerra entre ambos reinos.

     Las guerras están tomando una forma definitiva. Los guerreros de Nebel cada vez se hacen más fuertes y acorralan a sus enemigos, pero Ciprina tiene más territorios que, según las previsiones de los hechiceros, decrecerán con el aumento de determinación del oponente. Los reyes, apoderándose del trono para mandar a unos sujetos a masacrarse entre ellos, viven este conflicto después de que una misma mujer pasara por sus manos, una a la que ahora le rinden un tributo esplendoroso en Ashweth, la capital, y es llamada reina en cada esquina de la ciudad.

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⏰ Last updated: Apr 28 ⏰

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La Leyenda del Fénix de AshwethWhere stories live. Discover now