Prólogo

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[ FAMILIA D'ALEO VALACHI ]

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[ FAMILIA D'ALEO VALACHI ]

En una sala bañada por el cálido resplandor de las brasas de la chimenea, una noche fría envuelve el hogar. Mi padre, sumido en las páginas de un libro, reposa en su sillón favorito, mientras mi madre, con dulzura, arrulla a mi hermano Amadeo, de apenas un año de edad.

—Vamos, mamá, solo una última vez, por favor —suplico con entusiasmo, anhelando escuchar una vez más la historia de cómo se enamoraron.

—Está bien, mi hermosa niña —responde mi madre. Mientras tanto, mi padre cierra lentamente su libro y, con una sonrisa, se acerca al sofá donde estamos. Me acomodo mejor para apoyar mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, un símbolo de amor y seguridad.

—Lo conocí en la preparatoria. Nunca hablaba con él; siempre estaba rodeado de sus guardaespaldas. Me parecía un poco arrogante, pues rara vez interactuaba en clase, limitándose a conversar solo con sus amigos del equipo de fútbol. Pero todo cambió el día que lo encontré solo, sentado en los escalones de la biblioteca. Algo me impulsó a acercarme.

Me sumerjo en la narrativa que mi madre cuenta, intentando visualizar ese instante impregnado de magia y amor.

¿Nicolás? No lo vi en todo el día; no entró a ninguna clase y ahora está aquí, con la cabeza agachada. ¿Tal vez hoy no fue su día? Como tampoco lo fue el mío. Por accidente, derramé café sobre la profesora de ciencias y me castigó. Ahora tengo que limpiar la biblioteca y llevar estos libros a un aula asignada al otro lado del colegio. Tengo que caminar mucho y no me gusta. ¿Y si le hablo? Vamos, Stefania, mamá no crió a una cobarde.

—Hola, Nicolás, ¿te pasa algo? Te noto triste —digo, intentando dejar de tartamudear. Seria y confiada, como me enseñó mi madre, esperando que no note que me gusta.

—No te importa, sigue tu camino, Valachi —me contesta con indiferencia. Frunzo el ceño ante su falta de respeto.

—Que tengas un día asqueroso no justifica tu actitud grosera. Solo intentaba ser amable —respondo, y voy a mitad del camino cuando su voz baja y ronca me detiene, causando que todos mis sentidos se paralicen. Esperaba la típica frase de disculpa, pero no fue así.

—Mi madre tiene metástasis en el hígado, la piel y el cerebro. Es grave y los doctores nos dan solo unos meses. Estoy molesto con el mundo, te ofrezco una disculpa por mi falta de tacto —explica. Doy media vuelta y me dirijo a él con pasos lentos, sentándome en los escalones junto a él. Acaricio su cabello negro por impulso.

—No estés triste, entiendo que duele, pero no estás solo —le digo. Levanta el rostro y me mira con esos ojos marrones claros que me cautivaron desde el primer día que chocamos en el pasillo del colegio.

Oscuro Anhelo Where stories live. Discover now