Capítulo 32

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Capítulo 32

–No sé tú, Isabella, pero creo que fue obra del destino –dice Edward con el ceño fruncido. Yo lo miraba entretenida desde el sofá, él no dejaba de caminar de un lado a otro.

– ¿Ah, sí? ¿Crees que el destino quería que viera a mi madre una última vez antes de dedicar por completo mi vida al periodismo? –pregunto con sarcasmo.

–No. En realidad nos estábamos dejando llevar y llegamos demasiado lejos para mi gusto. Eres una maldita tentación, Isabella Swan –reclama. Pongo los ojos en blanco mientras él se queda pensativo un momento, luego continuo diciendo–: Será mejor que haga una promesa de castidad, de esas en las que todo el mundo se entera de tu abstinencia solo por llevar un anillo que sale en las cajas de cereal.

–Edward, basta –le ordene poniéndome de pie. Él me ignoro y yo tuve que tomarlo por los hombros para que me mirara a los ojos–. No necesitas un anillo para cumplir una promesa, la mayoría de las personas que hacen eso terminan por quebrantar su juramento. Yo no ten...

–Para, Bella. Sé lo que vas a decir y estas equivocada –interrumpe–. Ya te he dicho que tú no eres como las otras chicas con las que he estado y no pienso tratarte como una cualquiera.

–Ya lo sé –dije con el ceño fruncido. Detesto cuando me trata de esa manera, como si tuviera un valor mayor al que de verdad tengo; ni siquiera sé por qué está conmigo pero mi lado egoísta no me permite dejarlo.

Edward me da una mirada tierna, toma mi rostro entre sus manos y se inclina para juntar nuestros labios en un dulce beso. Puede que mis hormonas este algo desatadas últimamente pero ambos sabemos nuestro objetivo no es solo tener sexo, él hace un gran esfuerzo al no dejarse llevar por el deseo carnal, está intentando enamorarme aunque ya sea así. Yo aún tenía mis dudas sobre mis sentimientos hacia él, existía un gran debate entre mi corazón y mi cerebro, hasta que llegó mi mamá a decirme que aprobaba mi relación con Edward (y de hecho aprobaría a cualquier chico pero yo solo lo quiero a él).

–Ya es tarde, será mejor que vayas a dormir. Mañana tienes que ir al colegio –dijo Edward sacándome de mi ensoñación. ¿Qué no daría yo por otro día completo a su lado? Estos dos días han sido maravillosos a pesar de que pasaron volando.

–Duerme conmigo –me atrevo a decir, ya conozco la respuesta pero puedo ser muy convincente si me lo propongo. Los ojos de Edward brillan con emoción pero veo como se resiste ante la idea.

–No es una...

–No es una pregunta, Edward. Solo vamos a dormir, ¿de acuerdo?

Después de un minuto, bastante largo para mi gusto, él asiente con determinación y sonríe. En un movimiento rápido, se agacha tomándome por las piernas y deslizando su otro brazo por mi espalda antes de que golpee el suelo con mi cabeza, suelto una risa ante eso y él me da un beso fugaz en la frente. Me arroja a la cama en cuanto entramos a mi habitación.

–Tengo que ponerme la pijama –le digo cuando él se sienta al borde de la cama.

–Está bien –responde.

Tomo mi ropa y voy al baño a cambiarme, me quito todo con movimientos desesperados. No puedo creer que dormiremos juntos, nunca lo hemos hecho y eso hace que oleadas de euforia me recorran de arriba abajo. Regreso trotando por el pasillo hasta llegar a mi cuarto; Edward esta acostado en la cama mirando fijamente el techo, me deslizo a su lado bajo las sabanas y pronto siento sus fuertes brazos rodeándome firmemente, me recargo en su pecho sintiendo su descenso y asenso constante así como el suave latir de su corazón. Me sobresalto cuando siento sus labios rozar el borde de mi oreja pero me relajo en cuanto escucho su voz cantándome al oído, mi corazón se encoje con afecto pues nunca nadie había hecho eso. Luego de un rato por fin me dejo vencer por el sueño.

Bajo el Mismo TechoWhere stories live. Discover now