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  Sara seguía temblando entre los brazos de Franco, aunque estar abrazándolo le atraía una paz imposible de explicar, también sabía que en algún momento todo se rompería y Franco dejaría su poquita humanidad para volver a gritarle a la cara cuánto...

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  Sara seguía temblando entre los brazos de Franco, aunque estar abrazándolo le atraía una paz imposible de explicar, también sabía que en algún momento todo se rompería y Franco dejaría su poquita humanidad para volver a gritarle a la cara cuánto la odia y lo fea que es.

Era doloroso como cada pelea pasaba por su cabeza mientras se aferraba a él intentando disfrutar un poco más de su calor. Notó que él era increíblemente fuerte, su cuerpo duro y grande. Cerró los ojos porque si no se torturaba con antiguas peleas lo hacía deseando a un hombre que la aborrecía. Era hasta ridículo todo lo que le estaba pasando, se había escapado de Fernando buscando la soledad que creía necesitar hasta que esos fuertes brazos la rodearon y se dió cuenta - lastimosamente- que por fin había encontrado ese lugar seguro que siempre deseo tener para poder refugiarse cada vez que se sentía pequeña y frágil.

Por otro lado estaba Franco, el cual no dejaba de preguntarse porqué Sara estaba tan afectada, de qué o de quién se estaba escapando cuando la vio en los predios... ¿De Fernando? Podía ver en ese brillo en su mirada el miedo reflejado. Se preguntaba una y otra vez que tenía ese tipo que provocaba tanto temor en Sara. Siempre lo encontró extraño y algunas imágenes vinieron a su mente.

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Limpió sus manos enojado, estaba harto de estar trabajando en esa estúpida casa. Él ni siquiera sabía cómo preparar una simple mezcla de cemento y sus hermanos menos. Y es que cualquiera que le pusiera realmente un poco de atención a la estructura de esa casa se daría cuenta que ese trío de hermanos no sabía ni como clavar un simple clavo.

Levantó la vista al ver a dos de las hermanas Elizondo caminando junto al esposo de la señora Norma, sabía sobre ella porque su hermano mayor no dejaba de hablar sobre su "patrona", aún recordaba como él le gritó que no le importaba que fuera una mujer casada, él la amaba y punto.

También estaba Jimena, ella aún estaba un poco molesta con él por lo que había pasado con Rosario pero si era completamente sincero se sentía más tranquilo ya no siendo perseguido por la menor de las hermanas y luego estaba esa mujer, la mayor de ellas, la fiera... Una mujer con un carácter bastante fuerte y choqueante. La típica chica millonaria que le daba hasta asco mirar a las personas que estaban por bajo de ella... O eso creía en ese momento él por el mero rencor a toda esa familia.

Ah y por último Fernando, el mayor enemigo de su hermano, el esposo de Norma, un idiota que no sirve para nada más que estar molestando con preguntas. Al parecer estaba desesperado por tener su nidito de amor para estar con su esposa.

Pero Franco notó algo extraño, pudo ver cómo ese hombre miraba a Jimena, lo hacía con indiferencia, como si su sola existencia no importará, como si fuera lo más insignificante del planeta y después estaba Sara, a ella la miraba con unos ojos llenos de... ¿Amor? ¿Deseo? ¿Posesividad? No lo sabía, pero el hecho de verlo rodear los pequeños hombros de ella con su brazo lo hizo estremecer. Ignoró eso porque la verdad no era de su incumbencia, pero ver la forma en que miraba a la mayor de las hermanas lo incómodo profundamente.

¿Alguien realmente sabría sobre su extraño comportamiento hacia Sara?

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Fernando seguía a Sara con la cara roja de enojo, él estaba lavando sus manos y al parecer ninguno de los dos notó su presencia.

— ¿Qué locura es esa, Sarita?

— No me hagas las preguntas a mi Fernando, es mi mamá quien está haciendo esos planes descabellados solo para complacer a su amiga... ¿De verdad crees que quiero casarme con ese tipo regordete que lo único que sabe decir es “Insoportable"?- su voz sonaba tan cansada, pero una vez más sintió los vellos sus brazos erizarse al escucharla-.

— No puedes casarte con él Sara...- dijo tomando sus antebrazos con un poco de fuerza mirándola a los ojos.

Pudo ver cómo en el rostro de ella se veía reflejada la confusión y sorpresa por las palabras recién dichas, hasta él estaba sorprendido por la reacción de ese hombre.

— ¿Qué te sucede Fernando...? Suéltame- se removió incómoda por la cercanía de su cuñado y dió un par de pasos hacia atrás pero él volvió a acercarse.

— Mereces algo mucho mejor Sara, hablaré con doña Gabriela, está locura no pude ocurrir.

Y dejándola con la palabra en la boca caminó hacia la hacienda dejando atrás a una confundida Sarita y aún chismoso Franco.

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Ja, todo le mostraba la enfermiza obsesión de Fernando con Sara. Ahora tenía la oportunidad de tenerla porque él dejaría de llamarse Franco Reyes si permitía que SU Sarita terminará amarrada ese enfermo.

La escuchó soltar un último suspiro para luego mirarlo, esos preciosos ojitos castaños, tan penetrantes... Su rostro era tan expresivo, tan hermoso que para Franco era imposible no quedar embobado cada vez que la miraba. Hasta recordaba las veces que se sorprendía a él mismo mirándola como un idiota cuando peleaban porque si había algo que amaba era ver la pequeña nariz de ella arrugarse por el enojo y el como sin siquiera darse cuenta formaba un pequeño puchero cuando creía que perdería una batalla contra él.

La había estado amando por tanto tiempo que se sentía un completo idiota, si solo hubiera aceptado antes sus sentimientos Sarita ahora sería su esposa y no estaría prometida a un idiota. Pero tenía una duda que lo hacía detenerse a lanzarse a besarla y reclamarla como suya...

¿Sara quería ese hombre?

¿Sara quería ese hombre?

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𝐌𝐚𝐧𝐝𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐥. [𝐒𝐚𝐅𝐫𝐚𝐧]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora