Caín

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*Caín*

Tardamos cinco horas en trasladarnos de la ubicación de la isla a la colonia, mi nuevo hogar desde hacía dos años cuando firmé aquel contrato de matrimonio.

Cuando Arabella me pidió buscar a Olivia Valesco, supe de inmediato que era alguien importante para ella. Sin embargo, ninguno de mis padres me habían mencionado nada sobre ella.

Extraño.

A diferencia de la isla, la pista de aterrizaje se encontraba en medio de la nada, en un desierto con kilómetros y kilómetros de arena, sin ningún asentamiento urbano a la redonda.

Una vez allí, nos identificamos y los guardias de la colonia nos condujeron hacia lo que parecía ser una pirámide en ruinas, una estructura de piedra trapezoidal que se confundía con el entorno arenoso, haciéndola casi invisible.

La entrada no tenía puerta y, para cualquier curioso, parecería completamente abandonada.

El guardia nos llevó por un estrecho pasillo que partía desde el recibidor, hasta llegar a una gran pared revestida de ladrillos. Y con destreza, utilizó su gafete para activar un mecanismo oculto en uno de los ladrillos, que se separó del resto revelando una imponente puerta de metal camuflada dentro del túnel, diseñada para pasar desapercibida entre las ruinas.

Al final de ese túnel nos aguardaba un ascensor, cuya única dirección era hacia abajo. Y tras presionar el botón, las puertas se abrieron revelando un espacio similar al de la isla, con un área espaciosa de al menos cuatro metros cuadrados.

Y una vez salimos del ascensor, los sembradíos de la colonia nos dieron la bienvenida de vuelta.

Durante mi primer día en la colonia, me explicaron detalladamente el sistema autosuficiente y sustentable del lugar.
Vehículos eléctricos, energía solar para la electricidad requerida aquí dentro y esa cúpula subterránea que albergaba la ciudad completa.

Misma que estaba compuesta por edificios de adobe pintados de blanco, calles pavimentadas y una amplia oferta de servicios como centros comerciales y parques.

Cada familia adinerada que contribuyó a la creación de la colonia construyó sus propios departamentos. Y la familia Dolovan, en particular, levantó un edificio completo, siendo el departamento asignado para mi hermana el único vacío al momento.

Me dirigí al piso seis, donde se encontraba mi hogar, fui recibido por Danielle, mi esposa desde hacía un año. mi esposa desde hacía un año. Pertenecía a una influyente familia rusa y apenas hablaba mi idioma, lo que dificultaba nuestra comunicación.

Decidí no preguntarle como había estado, consciente de que seguramente no me entendería de todos modos, así que simplemente le sonreí, aunque mi gesto no fue correspondido.

Las reglas básicas de la colonia consistían en cumplir con las tareas asignadas para apoyar a la comunidad y esperar la notificación de población cuando se nos asignara.

Para mí, la vida en la colonia se asemejaba a ser parte de un criadero, donde la procreación estaba rigurosamente programada y la libertad de elección era un lujo lejano. Aunque se rumoreaba que no nos obligarían a tener hijos hasta después de un año y medio, ya habían pasado dos años para mí, y cada noche aguardaba ansiosamente la inevitable notificación.

No me sentía afortunado por formar parte de esta comunidad que esperaba sobrevivir al desastre ambiental de afuera.

Sobrevivir no era lo mismo que vivir. Criar a generaciones que nunca conocerían la superficie o la libertad de la naturaleza, junto a una pareja que nunca amarían, no era una victoria.

ARABELLA II: Puños de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora