Brasas

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Caminaba con la tensión palpable en cada paso, mientras su mirada se perdía entre el mar de investigadores vestidos con batas blancas que abarrotaban nuestro entorno. Divisamos a su hermano a lo lejos, pero Lucas ni siquiera se molestó en voltear para verlo. Y su indiferencia dejó un ambiente incómodo, por lo que el hermano de Lucas continuó enfocado en lo que sea que observaba a través de su lente.

—Alex no me da buena espina —soltó una vez que estábamos en las escaleras.

—¿De qué hablas? —pregunté deteniendo su paso antes de subir las escaleras. Sin embargo, él siguió subiendo bastante rápido, obligándome a dar unos cuantos brincos para alcanzarlo.

—¿Está todo bien, Lucas?

—De lujo. ¿Por qué no debería estarlo, Arabella? —preguntó con tono hostil. Y sabía cuál era la respuesta a eso. Habíamos mantenido esta postura distante en nuestra relación desde que le había dicho que elegía a Olivia.

—Lucas, espera un momento. Maldición —farfullé deteniéndolo en seco cuando llegamos al piso del comedor, antes de entrar a cenar. Lucas aún era responsable de la cocina, así que debía llegar antes que nosotros para asegurarse de que todo estuviera listo.

Me miró impasible, pero cuando coloqué mis manos en sus hombros, pareció relajar su postura.

—Me duele la distancia que hemos tomado. Eres lo único que me queda como un hermano, y no quiero olvidar todo lo que hemos pasado. Dime cómo podemos arreglarlo —pregunté aún sosteniendo sus brazos. Lo miraba a los ojos, sus rasgados ojos cambiaron a una expresión más triste, y su piel de porcelana brillaba con el reflejo de la luz del bombillo.

Sentí que iba a decirme algo importante, su expresión se suavizó, volviendo al Lucas que solía reunirse conmigo en el refrigerador en la isla, aquel chico que arriesgó todo para salvarme del faro, incluso su plan de escape.

Pero justo antes de que hablara, fuimos interrumpidos por las puertas del comedor abriéndose. Los enormes ojos de Olivia nos observaron con una sonrisa, y la paz que sentía cuando ella aparecía y me recordaba lo que finalmente había conseguido, invadió mi pecho, haciendo que soltara las manos de los hombros de Lucas.

—Ya no hay manera de arreglarlo —se limitó a decir Lucas, cambiando repentinamente su expresión al ver a la morena sonriendo. Después de lanzar una mirada hostil a mi novia, se alejó en dirección al interior del comedor.

Entendido, parece que mi mejor amigo no soportaría la idea de verme con ella. Y eso me dolía, porque ya había tomado mi decisión, y no la cambiaría por nada.

—Nunca le caí bien de todos modos —comentó Olivia una vez que Lucas había desaparecido por la puerta de la cocina al fondo del lugar.

—Lo cual es impresionante porque le caigo bien a todo el mundo. —Su egocéntrica sonrisa me volvía loca. ¿Cómo podía ser que, a pesar de estar en el posible fin del mundo, estuviera con la mujer más hermosa que existía?

Su preciosa mirada, su actitud y sus curvas... me habían vuelto adicta a estar a su lado las veinticuatro horas. Y si no fuera por las actividades que debíamos realizar aquí, pasaríamos todo el tiempo juntas en las duchas, donde teníamos toda la privacidad del mundo.

Envolví mis manos alrededor de sus caderas y disfruté cada chispa de electricidad que sentía en mis dedos. La acerqué a mí y le di un suave beso, mientras ella acariciaba el tatuaje de mi cuello y descendía su mano por todo el largo de mi brazo.

—Me siguen enloqueciendo tus tatuajes.

—A mí me sigues enloqueciendo tú.

Me regaló otro beso que comenzó a intensificarse, haciendo que cientos de mariposas revolotearan en mi estómago mientras su lengua trazaba un recorrido por mi boca.

ARABELLA II: Puños de sangreWhere stories live. Discover now