Orgullo

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El vuelo en el helicóptero fue mucho más hostil que cuando nos rescataron de la isla. Nuestras manos estaban atadas a la espalda y nuestros ojos vendados, privándonos de cualquier visión del exterior.

Mi madre había proporcionado detalles precisos sobre la ubicación, asegurando que una enorme pirámide en ruinas sería nuestra señal.

—Parece ser que lo de la pirámide iba en serio— pronunció Alex con lo que pude imaginar era su burlona sonrisa, ya que no podia ver, mientras interpretaba aquello con que debían estar volando por encima del lugar.

—Espero por tu bien y el de tu hija que esto no sea una trampa señora Dolovan— pronunció Alex con lo que pude imaginar era su burlona sonrisa.

Mi madre negó con voz nerviosa y replicó que una vez que aterrizamos nos llevarían directamente a la pirámide y esperarían a que alguien saliera por nosotros.

—Pues no se ve que haya gente ahí dentro. El lugar se ve abandonado, pero esperemos por tu bien que si hay alguien que salga a su rescate.

Finalmente, sentimos que el helicóptero descendía. Aunque no podía ver nada, percibí la mano de Alex acariciando la mía, seguida de un gesto que indicaba que debía mantenerme en silencio. Sin moverme, sentí unos labios posarse sobre los míos, seguidos de una mordida suave en mi labio inferior, ya hinchado por los golpes anteriores.
Aunque mis ojos estuvieran cegados, mi sentido del olfato se agudizó de repente, captando cada matiz de ese aroma que flotaba en el aire.
La menta del perfume de aquella psicópata.

La emoción de aquel beso se mezclaba con el peligro latente que representaba la mujer que me besaba en silencio. Era un gesto apenas perceptible, apenas un roce, mientras mi madre sollozaba a mi lado, ajena a lo que sucedía.

—Tuviste mucha suerte de que tu madre te salvará Dolovan. Pude haberte hecho muchas cosas más.

El sollozo de mi madre se mezclaba con el palpitar acelerado de mi corazón, completamente ajeno al fuego que la mano de Alex encendía en mi entrepierna. Y su roce, encendió una llama ardiente de deseo que amenazaba con consumirme por completo.

Anhelaba el contacto que prometía poner fin a la agitación y la ansiedad que me consumían desde hacía semanas. 
Aunque sabia dentro de mi, que no era el momento correcto.

Ni la persona correcta.

Asi que con un suspiro dramático, solté el aire que había estado conteniendo, un intento de alejar la tentación y mantener mi compostura en medio del caos que nos rodeaba.
Y sentí cómo Alex retiraba su mano de mi pierna, dejando tras de sí una tensión que llenaba la cabina del helicóptero mientras continuábamos descendiendo hacia nuestro destino incierto.

Al poner pie en tierra firme, no pude dejar de imaginar la escena que estaría frente a nosotras en mi mente.

¿Qué tan grande era la pirámide que mencionaba mi madre?

¿Seríamos recibidas con violentos estallidos de armas, acabando todo en un instante?

Bajo el implacable sol que parecía arder con una intensidad inhumana, el aire se tornaba denso, como si cada inhalación fuese un esfuerzo imposible de aguantar. Y de solo imaginar que la tierra se pondría mucho peor que esto, me anime entonces a seguir caminando.

Sentí la inconfundible mano de Alex tomarme del codo, pues la fuerza que ejercía sólo podía ser la de ella.

A ciegas, nos guiaron hacia adelante, y el roce gélido del metal de un arma rozando mi cuello me recordó la peligrosa realidad que nos rodeaba.

ARABELLA II: Puños de sangreWhere stories live. Discover now