Última oportunidad

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La sacudida que nos dio Caín nos sacó el susto de la vida a ambas, haciéndonos brincar de golpe de aquella postura tan cómoda que habíamos adoptado en la cama, con mis brazos rodeando la espalda de Olivia y mi cuello sobre su hombro.

"Es hora", anunció mi hermano.

Los ojos adormilados de Olivia se abrieron lentamente mientras recogía su cabello en una coleta alta. Rápidamente, tomé una sudadera verde menta del armario y le ofrecí otra a Olivia antes de seguir a mi hermano hacia el lobby del edificio.

Tomé firmemente la mano entrelazada de Olivia sintiendo el calor reconfortante de su piel contra la mía, y le regale una mirada alentadora. Una de esperanza de que todo saldría finalmente bien, de que éramos capaces de enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en nuestro camino. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, no estaba tan segura de lo que pasaría a partir de ahora.

Todos los escenarios que imaginaba en mi cabeza en lo que podría desenlazar esta noche eran como figuras borrosas, difíciles de discernir con claridad.

Si nos atrapaban seriamos separadas para siempre, si no es que finalmente ejecutadas.

Si lográbamos escapar, ¿qué tipo de vida nos esperaba afuera? La posibilidad de tener solo unos pocos años para intentar salvar el planeta.

O una más, en donde quizá solo yo terminaba muriendo y finalmente podría dejar a Olivia, a mi hermano y a todos los que se sentían aquí cómodos con sus vidas, finalmente teniendo una oportunidad de pasar el resto de sus vidas en la comodidad de la colonia.

Quizás yo era el único obstáculo en la vida de los demás. 

La mirada de terror en los ojos de mi hermano mientras salíamos sigilosamente del ascensor, con la linterna en la mano, sugería que él estaba dispuesto a arriesgarlo todo por mí. ¿Era mi rebeldía la que lo llevaba a tomar estos riesgos?

¿Si no estuviera en sus vidas, se arriesgarían de esta manera de todos modos?

A pesar de las atrocidades que se cometían aquí, al menos tenían la oportunidad de salvarse, algo que millones de personas allá afuera no podían hacer.

Seguimos a mi hermano fuera del edificio y caminamos un par de cuadras hacia el lado de la ciudad al que aún no habíamos ido, justo en el extremo opuesto a la entrada principal.

El techo estaba adornado con estrellas, simulando una hermosa noche como la del exterior, pero sin la presencia libre de aves volando.

Todos los animales de la colonia estaban resguardados en jaulas para su preservación y cuidado futuro.

Un par de autos estaban estacionados fuera de los grandes edificios blancos. Y mientras nos escondíamos detrás de ellos para verificar que no hubiera nadie observándonos, pude notar las cicatrices en la muñeca de mi hermano.

Y cuando pasamos junto al supermercado inteligente de la siguiente cuadra, detuve a mi hermano tomándolo por el brazo antes de seguir corriendo. Mis dedos acariciaron suavemente las líneas oblicuas sobre la vena de su muñeca, y en ese momento comprendí que había juzgado precipitadamente a mi hermano, sin considerar el dolor que había soportado con todo esto.

—No me mires así, te lo ruego —respondió finalmente, retirando su brazo y mirándome con la intensidad de sus ojos.

—Yo... —intenté disculparme, pero las palabras se atascaron en mi garganta.

¿Qué se supone que se le dice a alguien a quien amas con todo tu corazón cuando descubres algo así?

—Estamos a solo tres calles más. Apresurémonos antes de que alguien nos descubra y todo se vaya al carajo.

ARABELLA II: Puños de sangreWhere stories live. Discover now