Capítulo VIII

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En la noche cerrada crepitaban las hogueras ante los soldados

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En la noche cerrada crepitaban las hogueras ante los soldados. Aelya sentía el calor de las llamas calentando sus mejillas, mientras intentaba conciliar el sueño. Era difícil teniendo en cuenta que estaba teniendo una pesadilla.

Einar la zarandeó por el hombro, con tal temor y delicadeza que le costó varios intentos despertarla. Los grandes orbes ambarinos de Aelya lo contemplaron con horror, solo unos segundos antes de recordar dónde se encontraba.

— Los exploradores han regresado. —comentó con timidez— Pensé que querríais saberlo.

Se levantó rauda ante la noticia. El peso que había oprimido su pecho se esfumó en cuanto posó los ojos sobre ambos soldados. No los conocía, ni siquiera sus nombres, pero pensaba cambiar aquello en aquel instante. Sentía culpa al mirarlos pues, en cierta forma, los había abandonado. No obstante, habían regresado sanos y salvos, justo como Éomer le aseguró. Les recibió con una sonrisa, tan dulce, que hizo temblar sus corazones. 

Grimbold les cedió a los tres un hueco frente a la fogata, donde la carne de un animal se tostaba ante las llamas. 

— Mi señora. —llamó uno de ellos, Rolgar— No ha probado bocado, ¿se encuentra mal?

Ante la pregunta, proclamada con verdadera preocupación, el resto de hombres que rodeaban el fuego giraron sus rostros hacia ella. Todos se mostraron alarmados ante la idea. Aelya se ruborizó ante tantas miradas.

— No, estoy perfectamente, os lo aseguro. —estrechó la mano del soldado a su costado, retirándole la expresión ceñuda de preocupación.

— Hacía mucho que no cazábamos. —el capitán Grimbold no retiró la vista de su plato al hablar, mas su voz era suave y amistosa— Mañana necesitará fuerzas para la batalla.

La sonrisa de Aelya se esfumó, jamás una palabra le había provocado tal temor en el cuerpo. Entonces cayó en cuenta de una cosa, y es que había sido incluida en la batalla, no como mujer, ni como mera espectadora, sino como soldado, un igual a ellos. 

Rolgar dejó un plato en sus manos. Un pedazo de carne sudaba aceite y jugos ante sus ojos. El estómago se le revolvió con tan solo mirarlo y, al imaginar que había tenido vida pocas horas atrás, le dio un vuelco el corazón.

LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀWhere stories live. Discover now