Capítulo IX

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— Entonces... —farfulló Merry con el humo del tabaco saliendo de su boca— ¿Os salen alas o vuestros brazos se convierten en alas?

— ¿No es lo mismo? —rebatió Pippin con la boca llena de mermelada.

— La verdad que no lo sé, jamás me había parado a pensarlo.

Aelya hundió la cuchara en el tarro de miel. Tanto dulzor le había hecho hablar de más con aquellos hobbits, aunque realmente no le importaba. Se veían amables.

— Sería genial poder volar. Podríamos llegar a la Comarca en un par de días, segurísimo.

— Aunque sería muy cansado. —añadió Merry con lógica.

Aelya asintió, dándole la razón, a la vez que se relamía de los labios pegotes de una densa miel.

— Me sorprende que me hayan creído tan rápido, pensé que me pedirían que me transformara para asegurarlo. 

Los dos hobbits negaron al unísono.

— Hemos visto árboles parlantes.

— Y un horrible monstruo de fuego, no lo olvides Merry.

— ¿Un monstruo de fuego? Me gustaría escuchar esa historia.

Los ojos de Merry y Pippin se iluminaron con ilusión al oírla. Nada les gustaba más que hablar, y si era de ellos mismos muchísimo mejor. La historia comenzó a ser narrada por ambos, a veces se peleaban sobre quién debía contar qué y, en muchas otras ocasiones, discutían sobre cómo habían sucedido realmente los hechos.

— La Dama Galadriel es hermosa.

— Oh. —suspiró Merry con ensoñación— La más hermosa mujer, o elfa. —corrigió ruborizado. 

Y, cuando su trepidante aventura terminó, fue el turno de ella. No tenía ni por asomo la misma habilidad que un hobbit para narrar hazañas, sin embargo, captó la atención de ambos con muchísima rapidez. 

— Ese hombre... —arrugó la nariz Pippin— No me agrada.

— ¿Éomer? —Aelya soltó una risotada al verlo asentir, y otra más cuando Merry se unió— No es ni una pizca de lo gentiles que sois vosotros, pero no es un hombre desagradable.

LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀWhere stories live. Discover now