Capítulo XII

252 38 34
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Éomer titubeo ante el pasillo, desconcertado al ver salir a Aelya del estudio de su tío

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Éomer titubeo ante el pasillo, desconcertado al ver salir a Aelya del estudio de su tío. Ninguna palabra fue compartida cuando cruzaron por el lado del otro. Se contuvo de mirar a su espalda cuando el sonido de sus pisadas fue distante. Con un suspiro, atravesó el umbral de la puerta.

Théoden no alzó los ojos del escritorio, terminando de sellar una carta con la insignia de Rohan.

— ¿Todo bien? —curioseó, mas no quería demostrar cuanto interés tenía realmente en saber qué había ocurrido. 

El desconocimiento le carcomía, pero se había obligado a mantener las distancias. Ella no le correspondía o, si lo hacía en lo más profundo, había algo en él que ella rechazaba.

— Su pueblo comprende una extensión del norte más grande de la que creía. —murmuró sus pensamientos en voz alta. Al levantar la mirada de las cartas recién escritas ante él, pareció advertir la presencia de Éomer— Quiso llevar ella misma el mensaje que Gandalf ha insistido en enviar a todo aliado. —una profunda arruga se formó en el ceño de Éomer— No se lo permití. —añadió, aplacando su molestia— No me pareció adecuado después de que hubiera luchado en el Abismo, y menos aún tras lo ocurrido en la madrugada con el palantir.

— De ser Aelya quien entregara la carta a su pueblo, el mensaje sería recibido días antes. —tuvo que decir a su favor, incluso disgustándole la idea de verla partir.

Théoden apagó una risa con un carraspeo.

— Ella dijo exactamente lo mismo. —lo miró de forma enigmática antes de continuar con sus labores.

Éomer tomo la correspondencia de la mesa del rey y, cuando estuvo dispuesto a abandonar el estudio en dirección a los establos, su voz lo detuvo.

— Me agrada. —confesó— Me recuerda a Elfhild. 

Éomer no recordaba haber oído jamás al rey mencionar a su difunta esposa, mas ahí estaba, nombrándola con un nostálgico brillo en sus ojos.

— ¿En qué exactamente? —preguntó, aunque sintió al instante que estaba entrometiéndose demasiado en un pasado todavía hiriente.

LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora